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BIENVENIDO MISTER CHAPLIN

Tras la Primera Guerra Mundial, la influencia estadounidense se extendió por todo el mundo, y España estuvo lejos de ser una excepción. En un momento de intensa modernización de la sociedad, la irrupción de la cultura de masas norteamericana despertó una pasión súbita. Para muchos españoles nacidos con el siglo, Yanquilandia, como llamó Unamuno al antiguo enemigo del 98, se convirtió en modelo de civilización y conformó decisivamente su visión del mundo. Los emigrantes transmitieron en sus cartas y fotografías la imagen de Estados Unidos como una tierra prometida, llena de avances técnicos y sociales, y los arquitectos construyeron rascacielos -o «rascacielitos»- que pretendían imitar a los de Nueva York y Chicago. Juan Francisco Fuentes describe brillantemente el espíritu de los «felices veinte», una época marcada, pese al nacionalismo y el puritanismo oficiales, por el hedonismo, la libertad y la fascinación por el American way of life. En España se bailaba el foxtrot y el charlestón, triunfaban el jazz y las marcas americanas y causaban furor las estrellas del cine mudo, como Charles Chaplin y Buster Keaton, tema de inspiración de las vanguardias artísticas y literarias y, en especial, de la Generación del 27. Este idilio con Estados Unidos, que afectó también a la izquierda, incluso en plena Guerra Civil, es un fenómeno tan revelador como poco conocido, que nos devuelve a un tiempo más complejo, y a veces más divertido, de lo que nos han contado.
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EL HERMANO DE LENIN

La crónica definitiva del intento de asesinar al zar Alejandro III, un complot en el que participó el hermano de Lenin. En 1886, Alexander Uliánov, un brillante estudiante de biología, se unió a un pequeño grupo de alumnos de la universidad de San Petersburgo con el propósito de cometer un atentado contra el zar. La misión de los jóvenes terroristas acabó en un estrepitoso fracaso, y cinco de ellos, incluido Alexander Uliánov, fueron ejecutados en la horca. Alexander no hubiera pasado de ser otra baja más en la larga historia de los mártires rebeldes rusos de no haber sido por un detalle: su hermano menor, Vladimir, dirigió la revolución de octubre de 1917 bajo el sobrenombre que se asignó a sí mismo, Lenin. Tras examinar la abundante documentación publicada y los archivos desclasificados por la Rusia post-soviética, Philip Pomper arroja luz sobre el misterio que ocupa el centro de esta historia. ¿Cómo es posible que en el seno de una familia respetable que educó y preparó a sus hijos para una carrera profesional pudieran aparecer tanto un terrorista como el líder de la revolución de octubre? Los hermanos Uliánov crecieron al resguardo de un padre estricto que les inculcó la importancia de la ciencia y del sentido del deber llevado hasta el punto del sacrificio de uno mismo. Pomper muestra también el contraste entre el tímido y serio Alexander y su alegre y alborotador hermano, Vladimir, que intentaría vengarlo y aprender los modos revolucionarios, y que lograría el éxito allí donde Alexander había fracasado.
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PURO SUFRIMIENTO. LA VIDA COTIDIANA

En plena marcha victoriosa de su regimiento de infantería por territorio de Francia, en 1944, el soldado Leroy Stewart no pensaba en la gloria ni en la muerte. Estaba preocupado por su ropa interior: Cuando empezamos a caminar, tuve un problema nuevo: los calzoncillos me incomodaban. Se me subían todo el tiempo. Los recuerdos del teatro de operaciones de la Segunda Guerra Mundial están plagados de comentarios similares: los pies congelados, el estómago vacío, los dedos azules de frío que apenas podían accionar el gatillo, la diarrea vergonzante. Para millones de soldados, la vida en Europa era una calamidad que parecía no tener fin. Sus ojos contemplaban horrores insólitos, en el oído retumbaban ruidos desconocidos y la nariz detectaba olores insoportables. ¿Cómo era realmente estar ahí? A partir de un archivo enorme de memorias, testimonios epistolares, caricaturas de la época, documentos y entrevistas, Mary Louise Roberts aborda la experiencia de los Aliados a partir del seguimiento casi etnográfico de un puñado de batallones de infantería. Desde una perspectiva pegada al ras del suelo, reconstruye la cotidianidad de los soldados, sometidos a las condiciones más extremas, y revela el padecimiento físico y mental de esas mayorías de jóvenes que no tenían la menor idea del panorama más amplio de la contienda, ni de por qué estaban donde estaban, y vivían pendientes de la comida, los zapatos que dolían, la ropa húmeda o mojada durante días, la suciedad, y expuestos a las enfermedades, las heridas, los cadáveres. En ese contexto hostil, reclutados y entrenados como cuerpos obedientes al servicio de una causa mayor, los soldados forjaban vínculos de solidaridad y un lenguaje común para dar sentido a situaciones intolerables y resistir incluso a la disciplina militar. Así, en un relato salpicado de voces y anécdotas, la autora va mostrando las contraseñas de ese código compartido y las estrategias a las que recurrían para preservar algo de su condición humana.
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