En mayo de 1938, alrededor de 2.500 hombres se amontonaban en las brigadas del penal del fuerte de San Cristóbal (Navarra). Entre los reclusos había presos políticos y prisioneros de guerra que vivían en condiciones infrahumanas y bajo permanente amenaza de tortura o ejecución.
El domingo 22 de mayo de ese año, el calendario marcaba la fiesta de santa Rita, patrona de los imposibles, cuando 795 de ellos lograron escapar de la histórica fortaleza. Esta gran evasión republicana no fue una fuga improvisada y provocó un enorme impacto en las autoridades franquistas.
Ante la idea de que, en plena Guerra Civil, «un puñado de presos desnutridos y apaleados» tomara una de las prisiones más seguras de la España franquista, estas ordenaron una feroz cacería de los fugados en l a que participaron soldados, guardias civiles, carlistas, falangistas y civiles. Solo tres de ellos lograron llegar a Francia. 206 fueron asesinados, otros catorce fueron ejecutados posteriormente y los demás, reingresados en el propio fuerte de San Cristóbal, donde otros 46 fallecerían en los próximos años. Eran los héroes de una fuga histórica y sin precedentes que quedó silenciada.
Una mirada a las guerras del siglo XX a través de los médicos que estuvieron en el frente.
La guerra civil española y la guerra de China contra Japón trascendieron sus fronteras. Para buena parte de la opinión pública mundial, eran la avanzadilla de los grandes conflictos ideológicos y militares contemporáneos. Algunos voluntarios internacionales decidieron implicarse directamente y compartir sobre el terreno la suerte de aquellas tierras hasta entonces en los márgenes del tablero global. Entre ellos, pocos tuvieron la relevancia del equipo internacional de doctores que, primero integrados en las Brigadas Internacionales favorables a la República española y después como colaboradores de la Cruz Roja China, destacaron por la continuidad de su compromiso ideológico y su sacrificio personal, por la relevancia de sus conocimientos médicos, por su significación individual y colectiva, y por la huella indeleble de aquellas experiencias en sus vidas. El investigador Carles Brasó Broggi recupera con documentación inédita de archivos de todo el mundo, la historia de estos médicos errantes, tanto durante su etapa en ambas guerras, como de sus trayectorias previas y posteriores, estrechamente ligadas a los movimientos internacionalistas, a la influencia comunista, a la Segunda Guerra Mundial y a la posterior Guerra Fría.
La política de no intervención promovida por Francia y Gran Bretaña durante la guerra civil española condicionó decisivamente el acceso a los mercados internacionales de armas por parte de la República. Mientras los sublevados se beneficiaban del suministro y colaboración, más o menos encubierta, de Italia, Alemania y Portugal, las autoridades republicanas se vieron obligadas a recurrir a intermediarios y al mercado negro y, en última instancia, fue inevitable una dependencia creciente de los suministros enviados desde la Unión Soviética.
El historiador Miguel Campos reconstruye los esfuerzos republicanos para superar, entre julio de 1936 y mayo de 1937, el absurdo estrangulamiento militar dictado por las potencias democráticas. De forma exhaustiva y documentada, se reivindica a los leales servidores de la República, cuyo éxito estuvo a menudo coartado por la desesperada situación bélica y la falta de pericia y conocimientos de algunos de sus enviados, víctimas del oportunismo de estafadores profesionales, traficantes turbios e incluso de emisarios oficiales que no dudaron a llenarse sus bolsillos. Además, Armas para la República reconstruye las maniobras de las redes y agentes de los sublevados y de los espías y diplomáticos de sus aliados para sabotear contratos e impedir por la fuerza muchas de las entregas. Una investigación capital para entender la innegable y decisiva dimensión internacional de la guerra civil española.