En el año 479 a. C, Esparta era admirada por todo el mundo conocido. Y poco después, en el 402, se convirtió en la potencia hegemónica de Grecia. Sin embargo, una generación después, la ciudad-estado carecía de importancia… ¿Por qué? ¿Qué salió mal? ¿Fue inevitable la caída de Esparta?
Si bien sus temibles hoplitas fueron siempre considerados invencibles en el campo de batalla, Esparta aunó muchos errores políticos y diversos y graves problemas sociales, en la creencia de que sus costumbres y leyes eran inmutables, superiores a los de cualquier otro pueblo. Es la historia espartana, en todo caso, una historia de desafío: la de una pequeña ciudad-estado que dominó el mundo y que jamás aceptó su caída y sumisión; la crónica de un fracaso político –nunca guerrero–, pero también una lección de cómo caer luchando; no en balde, incluso con las legiones romanas dispuestas a asediar su ciudad, los espartanos nunca se rindieron.
Los que saben latín nos propone un original repaso por la literatura española, desde el siglo XVI al XX, a partir de uno de sus más singulares personajes: el profesor de latín.
Unas veces llamado “gramático”, otras “dómine” o también “pedante”, esta figura literaria ha pervivido en la imaginación de los alumnos españoles en calidad de personaje normalmente cruel, si bien también vamos a encontrar emotivos retratos repletos de humanidad.
Los que saben latín es un libro que no dejará indiferente a nadie, pues a muchos les traerá recuerdos agridulces de su juventud y a otros, acaso los más jóvenes, les sorprenderá cuántas cosas de la enseñanza del latín se pueden aprender sin salir de la literatura española. El lector disfrutará, en cualquier caso, de una preciosa selección de textos literarios de primer nivel. Memoria, sátira y melancolía se aúnan en este libro, que puede leerse casi como una novela de nuestra identidad común.
La recuperación de las crónicas y reportajes que desde la España de la década de 1930 enviaba a la prensa neoyorquina la joven judía, mexicana y estadounidense Anita Brenner completa el perfil de una autora sorprendente de la Revolución Mexicana, con esta etapa española que pocos le suponían, y devuelve a la nómina de los corresponsales extranjeros en la España de la Segunda República y la Guerra Civil una de sus muestras más singulares y penetrantes. Traducidas por primera vez, con material de archivo, despachos originales y declaraciones inéditas de Azaña, Indalecio Prieto, Largo Caballero o Gil-Robles entre otros protagonistas. Las crónicas de una corresponsal que nunca quiso ser extranjera y a la que no interesaron las trincheras de la guerra sino las barricadas de la revolución española.