La historia de cualquier incendio es la historia de un olvido, por eso casi nadie recuerda lo que ocurrió el 29 de abril de 1986. Aquel día la Biblioteca Pública de Los Ángeles amaneció consumida por el fuego, cuatrocientos mil libros se convirtieron en cenizas y otros setecientos mil quedaron irremediablemente dañados. Siete horas ardieron las estanterías y las mesas y los ficheros, pero ningún periódico cubrió la noticia porque al otro lado del mundo, entre los bosques densos de la Unión Soviética, ocurría el mayor accidente nuclear hasta la fecha: Chernóbil.
¿Quién querría quemar una biblioteca? ¿Por qué? Susan Orlean se hizo esas dos preguntas y al poco tiempo entendió que el fuego sería apenas un rastro, una línea punteada sobre la que dibujar su personalísima visión del conocimiento y de las personas que creen en él. La biblioteca en llamas es un homenaje a la lectura y el relato de una periodista obsesionada por encontrar al culpable de un crimen contra la memoria. Una investigación que se extendió más de una década y que a cambio nos revela personajes desopilantes, inverosímiles y tiernos.
Camilo José Cela, el taller del escritor recoge un conjunto significativo de aproximaciones a la atenta labor mediante la que el autor de La colmena organizó y moduló lo que podemos llamar su taller de escritor profesional. Poesía, novela, memorias, libros de viaje y apuntes carpetovetónicos fueron objeto de una vigilante tarea de gestación y preparación editorial. En ese proceso se va dibujando una interesante geografía cuyo recorrido separa la redacción manuscrita de la salida de la obra a la luz. Este volumen aborda ese derrotero iluminando sus aspectos menos conocidos desde la irrupción de Cela en la escena literaria española de los años cuarenta, y a lo largo de más de tres décadas. Uno de los perfiles menos atendidos de la personalidad de Camilo José Cela (1916-2002) como escritor remite a su conciencia respecto a todas aquellas facetas que envuelven el proceso creativo. Cela cuidó con esmero del obrador o taller que alumbró su obra, concebida más allá de las etiquetas convencionales de género –de las que siempre descreyó– y desde un radical compromiso con su tiempo y su lugar a través de la palabra. El escritor contempló cada una de sus iniciativas creadoras como un proyecto global en el que meditaba cuidadosamente: notas, manuscritos, espacios de creación, editoriales, reediciones e incluso contextos culturales. Así pues, si las coordenadas de su creación literaria iluminan en buena medida los distintos caminos de la narrativa española de posguerra, estos también se comprenden mejor al conocer los propósitos y los estímulos que alentaron, en cada una de sus etapas, la expresión pública de Cela a través de su obra.
En el año 1964, Luis Harss emprendió un viaje por Francia, Italia, México y por todo el continente americano con el fin de trazar el retrato literario y psicológico de quienes consideraba los diez autores latinoamericanos más representativos del momento. Borges, Asturias, Guimarães Rosa, Onetti, Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa «posaron de buena gana». El resultado de esta aventura honesta y desinteresada fue que, sin proponérselo ni adivinar lo atinado de su predicción, Harss creó el canon y la carta de navegación de un fenómeno aún incipiente que más tarde se llamaría Boom.
«La década del sesenta puede muy bien ser un momento decisivo. Nuestra novela está todavía a prueba. Es demasiado pronto para saber si las pocas figuras realmente notables que asoman en las penumbras son una casualidad o una promesa. Pero si la diferencia entre un accidente y una tradición está en el encadenamiento del esfuerzo común, el futuro se ve propicio. Hoy por primera vez nuestros novelistas pueden aprender los unos de los otros. Cada cual hace su camino propio, pero forma parte de un mismo universo de la imaginación. Hay acumulación y el comienzo de una continuidad. En este sentido podemos hablar del verdadero nacimiento de una novela latinoamericana.»
Luis Harss, 1966