¿Qué significa que el único amor verdadero sea el amor imposible? ¿Es el amor lo que suponemos que es? ¿Y si fueran las preguntas lo que hay que cambiar porque es en la imposibilidad del encuentro amoroso donde radica su verdad?
Un ejercicio de pensamiento radical que nos anima a desandar lo andado en el camino del amor
Este libro es una propuesta de deconstrucción radical sobre uno de los eventos más centrales de nuestra existencia. En ocho tesis que arrojan luz para que dejemos de caminar a oscuras por la senda del amor, Darío Sztajnszrajber presenta una práctica política concreta que cuestiona el amor comercial y romántico que se nos vende como dominante, único y normativo. Se abre camino a martillazos contra esa arquitectura sentimental sostenida por el sentido común, por definiciones y naturalezas forzadas. Y entonces, sí: categorías cristalizadas como la pareja, la familia, la media naranja y el primer amor, entre otras, son puestas en evidencia, caen por su propio peso y se rompen.
El amor es imposible conduce al insomnio, y de ahí a una revolución íntima y perturbadora comandada por el deseo genuino de la intranquilidad: no queremos estar donde estamos. Un trabajo de años, de lecturas y de conversaciones en el que Darío Sztajnszrajber pone una vez más, al alcance de quienes estén dispuestos a jugar el juego, las herramientas de la filosofía para rebelarse y exigir siempre, aunque suene a destiempo y desubicado, animarse a lo imposible.
La formulación dialéctica negativa atenta contra la tradición. Ya en Platón, la dialéctica quiere obtener algo positivo mediante el instrumento intelectual de la negación. más tarde, la figura de una negación de la negación designó esto lacónicamente. Este libro querría liberar a la dialéctica de semejante esencia afirmativa, sin disminuir en nada la determinidad. Devanar su paradójico título es una de sus miras. Nueva traducción de una de las referencias absolutas en la producción de Adorno, que en la presente edición está acompañada por La jerga de la autenticidad, según la concepción original del propio autor
«¿Qué significa, pues, la mirada cosmopolita? No el amanecer de la confraternización general de los pueblos, ni los albores de la república universal, ni una mirada mundial que flotara libremente, ni el amor al otro por decreto. El cosmopolitismo no es tampoco un suplemento que deba sustituir al nacionalismo y al provincialismo, y ello no porque la idea de los derechos humanos y de la democracia precise de un suelo nacional. La mirada cosmopolita quiere decir: en un mundo de crisis globales y de peligros derivados de la civilización, pierden su obligatoriedad las viejas diferenciaciones entre dentro y fuera, nacional e internacional, nosotros y los otros, siendo preciso un nuevo realismo, de carácter cosmopolita, para poder sobrevivir.»