Giorgio Agamben lee la famosa novela de Collodi, evitando las habituales interpretaciones esotéricas en favor de una «iluminación profana» donde el cuerpo y la imaginación se compenetran. Después de «La locura de Hölderlin», Agamben realiza una lectura del libro más leído y traducido de la literatura italiana «Pinocho». Y lo hace reformulando radicalmente las interpretaciones esotéricas de las aventuras del títere, de la muerte al renacimiento, de la metamorfosis del burro a ser tragado por el vientre de la ballena. El libro resultante no es un cuento de hadas, no es una novela, no es atribuible a ningún género literario, al igual que su protagonista, que no es ni un animal ni un niño, ni siquiera es un «quién», sino solo un «cómo»:es, en el sentido más estricto de la palabra, una salida o un escape, tanto de lo humano como de lo inane -por eso no hace más que correr-, y cuando al final se detiene está perdido.
Los escritos radiofónicos de Walter Benjamin han representado, durante mucho tiempo, una modesta nota a pie de página en la inmensa obra del filósofo berlinés, una celebridad del pensamiento occidental de la segunda mitad del siglo XX, a pesar de que sus textos más leídos presentan un reto hermenéutico considerable. Los artículos de este volumen resultan, sin embargo, tan iluminadores como accesibles y entretenidos. Se trata de una selección del centenar de guiones escritos y narrados por el propio Benjamin entre 1927 y 1933 a través de las ondas alemanas y que poseen toda la variedad, la erudición, el rigor, la agudeza y la sensibilidad que caracterizan el resto de la obra benjaminiana. Interesado por todo, especialista en nada, el autor explica con el mismo afán didáctico y creativo una serie de momentos históricos ―la persecución de las brujas en la Europa medieval, el contrabando de licores en los Estados Unidos― y una serie de catástrofes sucedidas en cualquier momento y lugar del globo ―el incendio del teatro de Cantón, el terremoto de Lisboa, el desbordamiento del Mississippi―, dibuja el perfil de personajes enigmáticos como Kaspar Hauser y recoge historias verídicas de perros, fraudes y estafas. Acompañada de las ilustraciones de Judy Kaufman, esta selección de escritos resulta incluso más accesible para los lectores que aún no conocen la obra de Walter Benjamin, y también para quienes conocen bien su obra y aprecian los libros como objetos en la era de la reproducibilidad digital.
Cuando el guarnicionero Thierry Hermès instaló su taller en París, por las calles de esta ciudad circulaban unos ochenta mil caballos, y los jinetes más distinguidos encargaban sus sillas de montar a este artesano. Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial, los caballos se vieron sustituidos de forma progresiva por automóviles, y al nieto del fundador, Émile, no le quedó más remedio que reinventarse.
Empezaría por hacer maletas, a las que añadiría un artilugio revolucionario: el cierre de cremallera. Luego llegarían los bolsos de mano, en bandolera o con correas, cabás, alforja o pochette, el mítico «carré» y tantos artículos, siempre con el afán de innovar, de cuidar la fabricación artesanal, y de no hacer nunca demasiado ruido. Estuvo a punto de irse a pique, pero hoy Hermès sigue siendo regentada por la misma familia y es la única gran empresa del lujo que ha logrado mantener su preciada independencia.