A partir de estudios, memorias editadas tras la caída de la URSS y algunos archivos que se mantuvieron ocultos durante décadas, Anne Applebaum realiza en este libro una reconstrucción histórica del origen y la evolución de los campos de concentración soviéticos que devuelve este infausto e inolvidable episodio al centro de la tormentosa historia del siglo XX.
Con detalle y precisión asistimos a la vida cotidiana en el campo: las automutilaciones para evitar los trabajos forzados, las bodas entre prisioneros, la vida de las mujeres y los niños, las rebeliones y los intentos de fuga. El libro, documentado, riguroso y con una nueva introducción de su autora, sostiene que el Gulag nació no solo por la necesidad de aislar a los elementos que el Partido Comunista consideraba enemigos, sino para conseguir, al mismo tiempo, una masa de trabajadores esclavos que trabajara a cambio de comida en inmensos proyectos como el canal del mar Blanco o las minas de Kolimá.
Tras la descripción del horror organizado por la Unión Soviética, el libro narra cómo Gorbachov, cuya familia se vio directamente afectada por esta política represiva, decidió terminar con este régimen carcelario liberando a la ciudadanía de uno de los sistemas represivos más perversos y crueles que el mundo ha conocido.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, el mundo fue un lugar mágico y encantado gobernado por fuerzas que estaban más allá de nuestra comprensión. El auge de la ciencia y la división de la mente del mundo por Descartes hicieron del materialismo nuestro paradigma dominante, en el proceso se preguntó si nuestra propia conciencia, es decir, las almas, podrían ser ilusiones. Ahora, el inexorable auge de la tecnología, con inteligencias artificiales que superan nuestra comprensión y control, y la difusión de metáforas digitales para la autocomprensión, las cuestiones centrales de la existencia (identidad, conocimiento, la propia naturaleza y el propósito de la vida misma) requieren urgentemente un replanteamiento. Meghan OGieblyn aborda este desafío con rigor filosófico, alcance intelectual, brío ensayístico, originalidad refrescante y un irónico sentido de la contradicción. Se basa profundamente y a veces con humor en su propia experiencia personal como antigua creyente religiosa todavía obsesionada por cuestiones de fe, y sirve como la mejor guía posible para navegar por el territorio en el que todos estamos entrando.
En pleno éxito editorial de Las palabras y las cosas Foucault escribe El discurso filosófico y luego viaja a Túnez para ocupar un puesto de profesor de Filosofía. No sabemos si llegó a usar el texto en sus clases, pero sí que dejó un manuscrito completo, inédito hasta hoy. Si hasta ese momento Foucault se había ocupado de las ciencias humanas en su conjunto, aquí por primera vez aplica su método de análisis para renovar los relatos trillados de la historia de la filosofía.
La novedad radical de este trabajo, su perfil más original y sorprendente, es la noción de "archivo integral" para pensar el último avatar de la filosofía. Foucault define ese archivo como un conjunto de discursos que solo se relacionan con otros discursos.