Ampurias, Santiago de Compostela, Sevilla, Cádiz, Estella, Barcelona, Madrid, Melilla, Ermua y otros muchos pueblos y ciudades de España conservan las huellas de los que allí vivieron, lucharon, construyeron, amaron, rezaron y, en definitiva, han protagonizado la historia de España. Fernando García de Cortázar narra lo que ocurrió en cada uno de esos paisajes y conforma, pieza por pieza y con una capacidad evocadora que nos traslada a cada escenario, el puzle de nuestra historia desde los primeros asentamientos fenicios hasta el momento actual.
Todas las civilizaciones han tratado de explica aquello que no comprendían y que percibían como sobrenatural y lo han hecho contando leyendas que incluían dioses, héroes, monstruos y, cómo no, humanos. Los mitos son historias que no tienen por qué ser reales, pero contienen nuestra esencia, nuestras pasiones, miedos y deseos, porque hablan de temas universales como el amor y la muerte, que poseen, en definitiva, la fuerza de ser la base cultural de la Humanidad.
A finales del siglo IV a. C. Epicuro fundó una escuela filosófica del todo opuesta al idealismo platónico imperante. Desde una perspectiva mucho más empírica y natural, su doctrina reivindicó el papel de los sentidos (única fuente de sabiduría posible) y la búsqueda del placer para alcanzar la felicidad (único objetivo final). Este hedonismo, sin embargo, debía acompañarse de cierta ética, capaz de distinguir placeres buenos (o «naturales», como comer o dormir) y malos (o innecesarios y vanos, como beber sin sed o buscar la lujuria). De aquí la necesidad de la filosofía, cuya práctica defendió Epicuro durante toda la vida: «porque para alcanzar la salud del alma, nunca se es ni demasiado viejo ni demasiado joven».