Anécdotas y reflexiones fascinantes de una cantante wagneriana argentina de sangre irlandesa y alma germana que fue amada y aplaudida en Europa. Un aporte a la historia cultural de la segunda mitad del siglo XX y una celebración del arte como salvación.
Margarita Kenny (Venado Tuerto, Argentina, 1915-2008) fue una cantante de ópera que debutó en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1943. Al tiempo que se producía el ascenso del coronel Perón al poder, partió a Filadelfia a perfeccionarse y de allí saltó a una Europa de posguerra que, conforme ella demostraba su talento, le abrió paso a los escenarios más prestigiosos de la lírica internacional, especialmente, el de la Ópera de Viena, que la aplaudió por veinte años. Mezzosoprano en los inicios de su carrera, soprano dramática en su consagración, el repertorio wagneriano fue su marca: decía de sí que su sangre era irlandesa, su corazón argentino y su alma germana. Mimada de la nobleza europea en general y de la familia Wittgenstein (era íntima de Paul) en particular, antes de dejar la Argentina había trabajado como periodista en El Hogar y columnista en radio El Mundo.
El herborismo (o fitomedicina) es el estudio de plantas y minerales empleados con fines médicos y se practica desde tiempos muy antiguos en Extremo Oriente, donde continúa gozando de gran popularidad. Esta disciplina llegó a Japón importada desde China en el siglo VIII y, en el siglo XVII, se convirtió en un campo de estudio de pleno derecho. La primera enciclopedia botánica japonesa en color (Honzō zufu) se publicó en 1830 y constaba de 96 volúmenes que detallaban 2 000 plantas y otras tantas ilustraciones. Esta obra supuso un trabajo de más de veinte años y alumbró una obra auténticamente revolucionaria, repleta de análisis e investigaciones, en la que participaron personas de todos los estratos sociales, desde estudiosos en botánica hasta jardineros.
Cuando solo tenía once años perdí a mi madre. Eso me convirtió en una mujer rebelde e independiente siendo todavía una niña, y me tocó enfrentarme a cosas a las que nadie debería afrontar a esa edad. Mi infancia fue difícil, pero también viví una emocionante y trepidante juventud.
Empecé a trabajar en la radio, donde conocí a José Manuel Parada. Nos enamoramos y nos mudamos a una Barcelona moderna, que vivía unos años convulsos pero que era la puerta a Europa. Estaba llena de artistas y gente con nuevas ideas, diferente a la que yo había conocido en Madrid y en Galicia cuando era una niña y una adolescente. Allí comencé a trabajar en la prensa del corazón, de la que me enamoré y sigo estando muy orgullosa. Durante aquellos años setenta, experimenté y aprendí a vivir en libertad, a pesar de que la dictadura franquista todavía no había terminado. Fue en esa época cuando descubrí que podía amar a quien yo quisiera, independientemente de su género.
En un curioso giro del destino, me enamoré de la persona más insospechada. Ahora estamos casadas y llevamos más de treinta años juntas. He entrevistado a importantes artistas que luego se han convertido en amigos, como Bárbara Rey, Borja Thyssen, Carmen Cervera, Isabel Pantoja y un largo etcétera. Con mi salto a la televisión, mi popularidad creció. He vivido muchas cosas, pero no fue hasta que participé en el reality Supervivientes durante once semanas que conseguí reconciliarme conmigo, con mi historia y con los demás bajo una preciosa noche estrellada.