Durante gran parte de la historia, las sociedades han oprimido violentamente a las minorías étnicas, religiosas y sexuales. No es de extrañar que aquellos que abogan por la justicia social llegaran a pensar que los miembros de los grupos marginados necesitan sentirse orgullosos de su propia identidad para poder hacer frente a la injusticia.
Pero, en las últimas décadas, lo que empezó como un sano aprecio por la cultura y el patrimonio de los grupos minoritarios se ha transformado en una contraproducente obsesión por la identidad grupal en todas sus formas. En poco tiempo ha surgido una nueva ideología que reprime el discurso, denigra la influencia mutua como apropiación cultural, niega que los miembros de grupos distintos puedan llegar a entenderse de veras, e insiste en que la forma en que los gobiernos tratan a sus ciudadanos ha de depender del color de su piel.
En todos los periodos históricos de relevancia, los medios de comunicación públicos han sido fundamentales para proporcionar información contrastada y de calidad. El conflicto actual entre Rusia y Ucrania, así como ciertos contextos de populismo autocrático, han evidenciado las dificultades y retos que pueden surgir, especialmente la tentación del intrusismo progubernamental que puede alejar a las gobernanzas de sus obligaciones de garantizar una información independiente y verificada para los ciudadanos.
La reciente experiencia postpandémica ha demostrado aún más la responsabilidad de los medios de comunicación. Esta coyuntura sin precedentes, resultado del confinamiento global, marcará un hito en la evolución de la comunicación global.
Ante estas circunstancias, este libro propone un debate esencial sobre el papel que deben desempeñar los medios de comunicación públicos. Ofrece una reflexión crítica sobre el periodismo como mediador social y su rol en la reconfiguración del espacio público. Se analizan las causas y consecuencias de la crisis de la mediación periodística, se exploran nuevos enfoques periodísticos y prácticas de verificación, y se presta atención a la emergencia de discursos polarizadores en la sociedad.
La imaginación liberal, publicada originalmente en 1950 y presentada aquí en una nueva traducción a nuestra lengua, es no solo una de las obras de crítica literaria y cultural más vendidas y aclamadas de todos los tiempos, sino también uno de los ensayos sobre política y sociedad más influyentes del último siglo, un conjunto de escritos en los que Lionel Trilling atisbó, como pocos lo han hecho, los dilemas de nuestro presente.
El autor examina en este clásico las promesas y los límites del liberalismo, entendido aquí el término en su acepción estadounidense, es decir, como progresismo. Desafiando la autocomplacencia propia de una ingenua creencia en la racionalidad, en el progreso y las panaceas de la economía y otras ciencias sociales, Trilling afirma la irreductible complejidad de la motivación humana y la inevitabilidad del conflicto trágico. Solo la imaginación, argumenta el autor, puede darnos acceso a la comprensión de estos reinos de la motivación y la tragedia humanas, y solo la imaginación puede fundamentar un liberalismo (progresismo, insistimos) reflexivo y considerado, en lugar de uno planificador y dogmático.