La palabra geopolítica se aplica generalmente al estudio de las rivalidades entre los Estados. Este libro plasma una concepción de la geopolítica definida y aplicada por el geógrafo francés Yves Lacoste y por la revista que él fundó en 1976: Hérodote. Aborda la geopolítica como un método de análisis de los antagonismos que pueden desarrollar grupos inscritos en territorios concretos, de magnitud y naturaleza variadas. Desde esa perspectiva, se plantea el Estado como un modo de organización social y política cuyas rivalidades internas (entre los ciudadanos de un mismo país) deben ser analizadas para asimismo entender las relaciones internacionales.
La cartografía a distintas escalas de los fenómenos estudiados es un elemento fundamental del análisis geopolítico, así como los esquemas para visualizar el papel de los protagonistas. Por ello, esta obra ofrece una treintena de mapas y esquemas realizados por especialistas –y homogeneizados por el ingeniero cartógrafo Guilhem Marotte– para ilustrar determinadas situaciones y razonamientos, como pueden ser el trazado del tranvía en Jerusalén, los conflictos en África central o los intereses de distintas comunidades autónomas en las aguas del río Tajo.
En el mundo globalizado de hoy la histórica apelación a la «lucha por el derecho» se conjuga como lucha por los derechos. Una innegable necesidad de derechos se manifiesta por doquier, desafiando cualquier forma de represión. Ya no son solo derechos que extraen su fuerza de una formalización o de un reconocimiento desde lo alto, sino derechos que germinan en la materialidad de las situaciones fuera de los ámbitos institucionales acostumbrados, en lugares de todo el mundo que son «ocupados» por hombres y mujeres que reclaman el respeto por su dignidad y por su misma humanidad.
Esta nueva llamada a los derechos fundamentales supone una mutación en la naturaleza de la ciudadanía. Nuevas modalidades de acción y nuevos actores se contraponen a la supuesta ley natural del mercado y a su pretensión de incorporar y definir las condiciones para el reconocimiento de los derechos. El «derecho a tener derechos» construye así un modo distinto de entender el universalismo, haciendo hablar el mismo lenguaje a personas alejadas entre sí y poniendo en marcha una revolución de los bienes comunes.
Paul Watzlawick es una de las figuras clave de la psicología del siglo XX. De origen austriaco, se asentó en 1960 en Palo Alto, California, donde a través de sus investigaciones en el Mental Research Institute desarrolló la teoría de la comunicación que lo hizo famoso. Para explicarla, estableció cinco axiomas, entre los que incluyó el que da título a este libro: no es posible no comunicar. Se trata de una recopilación de textos, extraídos de sus obras principales, en los que el autor abordó a fondo la comunicación.
El constructivismo radical de Watzlawick niega la existencia de una verdad absoluta. Cuando alguien ha creído encontrar esa verdad, ha terminado cometiendo los mayores crímenes contra la humanidad. Al mismo tiempo, nos alerta sobre el impacto de los medios de comunicación en el comportamiento humano: «Han llegado al punto de lavarnos el cerebro como ningún gobierno totalitario consiguió jamás».
Según el autor no encontramos la realidad, sino que la creamos. Nuestra percepción de la misma es pura construcción subjetiva, y, por tanto, modificable. Watzlawick nos ofrece métodos para analizar situaciones confusas, suavizar conflictos y aclarar diferencias de opinión. No podemos esperar fórmulas y recetas definitvas, puesto que la infinita diversidad de la vida nos obliga a reaccionar de un modo diferentes y nuevo en cada ocasión. Sin embargo, podemos entender en qué consisten los problemas. La realidad es el resultado de la comunicación.