La Roma imperial fue un estado guerrero. El Coliseo (inaugurado en el año 80 d.C.) fue el monumento de Roma a la guerra. Como una catedral de la muerte, se alzaba sobre la ciudad e invitaba a sus ciudadanos, 50,000 a la vez, a presenciar juegos gladiatorios asesinos. Ahora es visitado por dos millones de personas al año (Hitler estuvo entre ellos). Dos destacados historiadores clásicos cuentan la historia del mayor anfiteatro de Roma: cómo se construyó; los juegos gladiatorios y otros eventos que se celebraron allí; el entrenamiento de los gladiadores; los espectadores que disfrutaban de los juegos, los emperadores que los organizaban y los críticos; y la extraña historia posterior: el Coliseo ha sido fortaleza, almacén, iglesia y fábrica de pegamento.
Este libro es una apología de la lectura y una alabanza del lector, entendiendo por lector a aquella persona vehemente y excéntrica que entabla con los libros la misma relación que un gato con una pantufla vieja.
A diferencia de otros adictos –léase: coleccionistas, escritores, bibliotecarios–, quien se define como «lector» es una persona distinta de aquella que colecciona, escribe o trabaja con libros… incluso si ambas comparten un mismo rostro en el carnet de identidad.
Las autoras y los autores de los textos que reunimos en estas páginas fueron muchas cosas a lo largo de sus vidas. Pero aquí solo son, por convicción y decisión propia, lectores. Como Borges, están tan satisfechos con sus lecturas que dejan que los demás se enorgullezcan de lo que han hecho o escrito.
El militarismo no llega un día y se apodera de todo sin previo aviso: solo se adueña de una sociedad si se va consolidando de forma gradual. Y en cada paso de este proceso hay un elemento de género. En otras palabras, cada paso por el que se alimentan las ideas, los incentivos y las relaciones militarizadas depende de una determinada noción (reducida) de lo que es un «hombre de verdad», o (distorsionada) de lo que es una «buena mujer».
¿Por qué algunas mujeres jóvenes se sienten cautivadas por los hombres que visten de uniforme? ¿Están todas las madres, independientemente de cuál sea su origen étnico o racial, orgullosas de que sus hijos sirvan en los ejércitos? ¿Cómo hacen los gobiernos para que las mujeres de los militares se mantengan calladas? ¿Se pueden militarizar los derechos LGTBQ? ¿A quién le entra en la cabeza que los veteranos del ejército puedan ser los mayores defensores de la paz? ¿Qué nos pueden enseñar las mujeres que trabajan en las discotecas y prostíbulos cercanos a las bases militares sobre las masculinidades militarizadas?