Existe toda una tradición de pensamiento clásico y contemporáneo dedicado al sujeto creador de la Constitución. De Rousseau a Vattel, pasando por Sieyès y Tocqueville, de Habermas a Elster, sin olvidar a Rawls y a Offe, las argumentaciones de estas reflexiones son muy diversas. Pero no hay creación constitucional que no se inscriba en el pasado a través de normas habilitadoras de los constituyentes, previstas en el ordenamiento anterior, para realizar cambios constitucionales por profundos que sean. La Constitución puede ser revisada y se deberá hacer -como Rousseau ya opina- con las formalidades debidas a su excepcional creación. E, igualmente, caben redefiniciones del demos -así lo afirma Vattel- pero se harán con la unanimidad requerida previamente para su formación. El autor en esta obra toma partido por toda una corriente postfrankfurtiana -de Habermas a Offe y Elster- que ponen de manifiesto la ambivalencia -valores positivos y negativos- de la despotenciación del poder constituyente -de revisión y originario- por excesiva estática de la Constitución.
"De los libros y herejes incinerados en las piras de la Inquisición a las autoinmolaciones en las concentraciones de protesta, de la quema masiva del calentamiento global al crisol de razas, de la imagen de las chispas revolucionarias prestas a encender los espíritus de los oprimidos hasta los atentados con coches de Oriente Medio, el fuego resulta ser la condición sine qua non de la política. Piropolítica en un mundo en llamas pretende crear un campo semántico-discursivo que atraiga hacia sí, como un imán, los casos en que incendios, llamas, chispas, inmolaciones, incineraciones y quemas han hecho su aparición en las teorías y prácticas políticas. Basándose en la teoría política clásica, la teología, la filosofía, la literatura y el cine, así como en un análisis de la actualidad, Michael Marder sostiene que la geopolítica, o política de la Tierra, siempre ha tenido un reverso inestable, a la vez sombrío y cegador: la piropolítica, o política del fuego.
A ningún dictador le bastan el miedo y la violencia para gobernar: estas estrategias pueden resultar indispensables para alcanzar el poder e incluso para mantenerlo durante un tiempo, pero no suelen ser efectivas a largo plazo. La paradoja del dictador moderno es que debe crear la ilusión del respaldo popular, pues sólo un tirano cuyo gobierno es capaz de inspirar idolatría en el pueblo conseguirá perpetuarse. En Dictadores, Frank Dikötter examina ocho de los cultos a la personalidad más efectivos del siglo xx: aquellos que, mediante estrategias que van desde los desfiles militares coreografiados al detalle hasta el establecimiento de una férrea censura, fueron plenamente conscientes de la imagen que querían proyectar y fomentar. Este penetrante y oportuno ensayo analiza cómo se funda, afianza y perpetúa el culto a la personalidad, ayudándonos a identificarlo en algunos líderes mundiales de la actualidad y situándolo donde pertenece, en el corazón de la tiranía.