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LA TRAGEDIA DE ESPARTACO

Pensador apegado a la tierra y sus ritmos naturales, crítico de la tecnocracia y de la industrialización, André Prudhommeaux (1902-1968) fue un ingeniero agrónomo y botánico que abandonó su carrera profesio­nal en aras de un compromiso político con el ideal anarquista. Amigo de Albert Camus, a quien introdujo en los círculos libertarios en Francia, Prudhommeaux aunó sus anhelos de igualdad y justicia social con una tempra­na conciencia y sensibilidad por la naturale­za que lo sitúa en la tradición ecologista de la modernidad. La presente antología intro­duce por primera vez en castellano la obra de un escritor imprescindible para explorar senderos alternativos al poder concebido como una «locomotora furiosa, de la que el hombre no es más que un mecanismo ciego, lanzado hacia la muerte».
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CUANDO LA CASA SE QUEMA

¿Qué casa se está quemando? ¿El país donde vives, Europa o el mundo entero? Tal vez las casas, las ciudades, ya se han quemado, sin que sepamos desde hace cuánto tiempo, en una única, inmensa hoguera, que hemos fingido no ver. De algunas sólo quedan trozos de muros, una pared con frescos, restos del techo, nombres, muchísimos nombres, ya engullidos por el fuego. Con todo, los cubrimos tan cuidadosamente con enlucido blanco y palabras mendaces que parecen intactos.
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EL ESPIRITU UNIVERSAL COMO SALMON

El fin de la historia no puede haber llegado con el neoliberalismo, como anunció Fukuyama. El espíritu universal, según Hegel, sigue un proceso dialéctico entre dos polos opuestos cuya tensión culmina en su síntesis. Así como el salmón, que retorna a su lugar de nacimiento para morir y desovar, el espíritu universal, tras su paso por Europa y hacer escala en Silicon Valley, vuelve al origen, que Hegel identifica en China. Aquí encontramos la síntesis entre capitalismo liberal y comunismo. La inteligencia artificial será su nueva herramienta de poder económico-tecnológico, que logrará desbancar al ser humano. Quizás entonces la historia humana llegue a su fin. Con una riqueza de ideas y el uso de potentes símbolos e imágenes, Moritz Rudolph nos ofrece una filosofía de la historia mediante una narrativa original y provocadora que desborda los límites de las categorías teóricas habituales. El ensayo se presenta como una llave de comprensión de nuestra historia presente y de un posible futuro cada vez más cercano.
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LA MASA ENFURECIDA (BOL)

Las masas se han vuelto locas. Basta con seguir las redes sociales o los medios de comunicación para ser testigos de la histeria colectiva en la que se ha convertido el debate político. Cada día alguien nuevo clama que algo le ha ofendido: un cartel que cosifica, una conferencia que debe ser censurada, una palabra que degrada. Vivimos en la tiranía de la corrección política, en un mundo sin género, ni razas ni sexo y en el que proliferan las personas que se confiesan víctimas de algo (el heteropatriarcado, la bifobia o el racismo). Ser víctima es ya una aspiración, una etiqueta que nos eleva moralmente y que nos ahorra tener que argumentar nada. Con un estilo provocador y una estructura argumentativa sin fisuras, el autor trata de introducir algo de sentido común en el debate público, al tiempo que aboga con vehemencia por valores como la libertad de expresión y la serenidad actuales.
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MUJERES VIAJERAS

En la Antigüedad, mientras los hombres se lanzaban a empresas de exploración y conquista, las mujeres permanecían inmóviles en su hogar. El Medioevo les otorgó una forma de viaje permitido: la peregrinación a los Santos Lugares. Durante el Renacimiento, artistas e intelectuales humanistas viajaron a Italia para tomar contacto con la cultura clásica, anunciando los Grand Tour, las giras educativas por Europa que en el siglo XVIII realizarían los jóvenes aristócratas británicos. Esos itinerarios estaban reservados a los varones, por entonces las mujeres sólo podían desplazarse como acompañantes de sus maridos. Aun desde ese lugar, el viaje les abrió nuevos horizontes. Dejaron de ser espectadoras pasivas de los desplazamientos de otros para convertirse en observadoras de nuevas dimensiones espaciales y emocionales, e incluso en narradoras que exploraban la propia subjetividad: su mirada curiosa empezó a transformarse en literatura de viaje, un género en el que se amalgamaba el propósito testimonial con el registro privado, íntimo, de la autobiografía, el diario o las cartas que reponían la experiencia personal. El momento de cambio en el siglo XIX vino con la descolonización y la creación de nuevos estados, en coincidencia con el surgimiento del feminismo. Las mujeres ya no escribieron recluidas en sus casas o en los conventos, y durante el avance hacia la emancipación civil y política que alcanzarían en la centuria siguiente, reseñar sus viajes fue una manera de apropiarse de ciertos derechos exclusivos de los varones. Accedieron así a la escritura como profesión y, en consecuencia, a la esfera pública. Estas escritoras proyectaron en sus narraciones la imagen que tenían de sí mismas. Como nos muestran las protagonistas de este libro, en cada caso las motivaciones personales enmarcan el relato. Son, en su mayoría, las de la burguesía trotamundos: huir de la realidad cotidiana, ir en busca de aventuras, lograr la realización personal, escoltar al marido. Entre ellas hay una militante anarquista que escapa de la persecución política. Para unas, la Argentina es el punto de partida. Para otras, el lugar de destino. Sus miradas y sus voces son plurales. El viaje las impulsa a recrear el itinerario en la memoria, para escribirlo, para invitarnos a recorrerlo junto a ellas.
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LOS USOS DEL DESORDEN

En 1970, ante la incierta resaca dejada por el ciclo de protestas que había sacudido Occidente en 1968, Richard Sennett rastreó los orígenes de este malestar hasta las ciudades modernas en que moraban quienes lo padecían. Sería así como daría con el que sería uno de los principios rectores de todo su trabajo posterior: frente al afán regulador que había caracterizado toda la historia del urbanismo, la auténtica riqueza de las ciudades residía precisamente en el carácter caótico e incierto de su naturaleza desordenada, y solo las formas urbanas que fomentasen esta espontaneidad serían capaces de generar una comunidad política abierta, libre y vibrante. Cincuenta años después de su publicación, "Los usos del desorden" sigue siendo un texto fundamental para comprender la influencia que los espacios que habitamos ejercen sobre nuestro desarrollo personal y social, pero sobre todo para encontrar las vías por las que escapar de sus peligros reivindicando los efectos positivos que ciertas formas virtuosas de desorden pueden tener en nuestras vidas. Prólogo de Pablo Sendra
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