Pocas obras pueden presumir con tanta autoridad de haber determinado el curso de la historia como el Manifiesto comunista de Karl Marx y Friedrich Engels. Desde que sacudió por primera vez el orden imperante en 1848, este incendiario panfleto nunca ha dejado de calentar los corazones de quienes sueñan con un mundo mejor. Tampoco ha dejado de alimentar las pesadillas de quienes coronan un sistema social enormemente injusto.
En esta introducción sorprendentemente imaginativa, China Miéville construye una guía para entender el Manifiesto y los muchos espectros que ha conjurado. A través de su lectura única y poco ortodoxa, Miéville ofrece una encendida defensa de la perdurable relevancia de las ideas de Marx y Engels. Presentada junto con el texto completo del Manifiesto comunista, la guía de Miéville tiene algo que ofrecer a los lectores noveles, a los partidarios de la revolución e incluso a los escépticos más duros de mollera.
En su momento de mayor celebridad como dramaturgo, hacia 1891, y habiendo publicado ya su novela El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde conoce a Bosie, sobrenombre de lord Alfred Douglas, e inician una apasionada relación. El padre del joven, el marqués de Queensberry, escandalizado, se dedica a investigar al escritor para luego denunciarlo por prácticas homosexuales. En el juicio, Wilde es declarado culpable de los cargos de conducta indecente y sodomía, y condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Su vida cambia abruptamente y muere, exiliado, apenas unos años después.
La tragedia es, por tanto, el «vínculo de la división», aquel que, siglos después, nos hace recordar que, seguramente más que el consenso, el conflicto produce la unidad. Tal vez porque en el teatro, y no en la Asamblea, los griegos se redescubrían espectadores, y no ya ciudadanos. Y el secreto de la tragedia consiste en decir que, más allá de su pertenencia cívica a una comunidad política, los espectadores pertenecen irremediablemente a la raza de los mortales.