¿Queda algo por descubrir sobre la legendaria generación beat? Estas memorias de quien fue la esposa de Neal Cassady aportan nueva luz sobre ese universo de escritores rebeldes. La mirada íntima y única de alguien que vivió todo aquello en primera persona.
Carolyn conoció a Neal Cassady, Jack Kerouac y Allen Ginsberg en Denver en 1947 y al cabo de un año se casó con Cassady y se establecieron en San Francisco. Tuvieron tres hijos y Neal encontró un trabajo en el ferrocarril. Pero los sueños de llevar una vida tranquila y burguesa, como cualquier familia americana de clase media de la época, no tardaron en esfumarse.
El salvaje Neal no podía estarse quieto y sus desapariciones e infidelidades empezaron a ser la norma. Neal sumergió a Carolyn en un mundo desconocido, lejos de las convenciones sociales, un universo de promiscuidad, bisexualidad, drogas y libertad. Por la casa aparecían Kerouac y Ginsberg, con el primero de los cuales Carolyn mantuvo una relación amorosa.
Por el libro desfilan también otros personajes célebres como Ken Kesey, Lawrence Ferlinghetti, William Burroughs, Gary Snyder, Timothy Leary… El resultado es a un tiempo un emotivo libro de memorias y un documento de un valor incalculable sobre la generación beat.
¿Por qué, cómo y dónde enterramos a nuestros muertos? ¿Cómo los recordamos?
Las pirámides de Guiza, las catacumbas de París y los cenotafios erigidos para los muertos del mundo son solo algunas de las respuestas.
En esta fascinante historia cultural de los cementerios se exploran las formas, a menudo conmovedoras y a veces controvertidas, en que las personas a lo largo de la historia han respondido al problema de despedir y dar descanso a los muertos.
Desde los años veinte, la imagen popular de la Legión Extranjera Francesa quedó grabada en el imaginario colectivo a partir de la novela Beau Geste, de P. C. Wren: un mundo de aislados y remotos fortines, feroces tribus guerreras y hombres desesperados de todas las nacionalidades que, huyendo de turbios pasados, se alistaban bajo seudónimos para luchar y morir bajo el sol del desierto. Una imagen romántica y llena de clichés que ha opacado una realidad mucho más rica y apasionante, jalonada de combates sin cuartel en exuberantes oasis en medio de la desolación, operaciones de contrainsurgencia en selvas infestadas de tigres, templos alfombrados de cráneos humanos en las profundidades de la jungla, e implacables marchas desafiando los límites de la resistencia humana. En su libro Camaradas bajo la arena, brindis con que los legionarios recuerdan a sus caídos, Martin Windrow narra con la pulsión de la mejor historia militar la «edad de oro» de la Legión Extranjera Francesa: su configuración y desarrollo como cuerpo, la idiosincrasia de unos soldados que decidieron emprender una vida al margen de convencionalismos y que conformaron una de las unidades militares más legendarias de la historia, y sus principales campañas durante la expansión colonial francesa, de los ardientes desiertos y escarpadas montañas de Marruecos a las opresivas selvas de Tonkín, de los traicioneros manglares de Dahomey hasta los inclementes altiplanos de Madagascar. Pero va mucho más allá, para profundizar en las tensiones entre poder político y militar en el seno de la Tercera República, una compleja relación nacida de los humeantes rescoldos del París de la Comuna que condicionó una política exterior de constante expansión durante la era del colonialismo europeo.