En Humano, demasiado humano se hallan las raíces de una psicología destructiva que busca despertarnos del sueño moderno. Nietzsche, el caminante que habla con su sombra, da los primeros pasos que conducirán a la genealogía de la moral y hacia el nuevo amanecer que supondrá la llegada de Zaratustra. Pocas veces, en la historia del pensamiento, ha reverberado tan intensamente un «temple espiritual» como el de Nietzsche en el presente libro que no solo soporta, orgulloso y feliz, todo el peso del pasado, sino que denuncia los síntomas de la «gran enfermedad» de Occidente.
Alemania, 1945. El país está en ruinas. Muchas ciudades han sido reducidas a escombros, más de la mitad de la población está desplazada, lejos de sus hogares, viviendo entre ruinas. Haber escapado de la muerte deja a algunos en un estado de apatía, mientras que a otros les proporciona una alegría de vivir sin precedentes. Los sobrevivientes del III Reich necesitan justificar su silencio o su colaboración, olvidar su pasado reciente, empezar de cero, crearse una nueva identidad, y para ello recurren a cualquier coartada: el ocio alocado, las drogas, el sexo, el trabajo a destajo, también el robo y el saqueo, hay que continuar sobreviviendo... ¿Cómo pudo surgir de este caos, en apenas una década, una sociedad exultante y una economía eficiente? Harald Jähner explica este milagro mientras compone una historia de los hábitos y las mentalidades a una escala colosal.
Hijo desheredado de Roberto Guiscardo (descrito en su propia lápida como "Terror del mundo"), Bohemundo I de Antioquía pertenecía a la estirpe de caballeros normandos que se desplazaron a Italia en busca de fortura y que sólo contaban con su españa para abrirse camino en el mundo. Encontró su oportunidad con el llamamiento del papa Urbano II a una cruzada que liberara Tierra Santa, y supo aprovecharla, convirtiéndose en uno de los principales líderes.
En Bohemundo se daba una rara combinación de ardor guerrero, carisma y astucia diplomática que le permitió, tras un largo e infructuoso asedio, apoderarse de Antioquía la víspera de la llegada de un descomunal ejército que exterminó a los cruzados ante las murallas de la ciudad. Capturado por los sarracenos y posteriomente liberado, regresó en busca de refuerzos a la Francia de Felipe I (con cuya hija se casó), para acabar sus día en Bari, no sin antes haber librado nuevamente batalla con su gran enemigo íntimo, el emperador de Constantinopla Alejo Comnemo, pues nunca abandonó el proyecto de conquistar y legar a sus descendientes la capital del Imperio bizantino.