«Para Simone Weil, la acción política, incluso la acción revolucionaria, debe ser concebida como una acción metódica y racional -lo que equivale para ella a una forma de trabajo- en la que hay que esforzarse por evitar, en la medida de lo posible, que se desaten las pulsiones irracionales y la violencia. La verdadera revolución es un himno a la vida, una manera de respetar al ser humano poniendo remedio a la explotación, a la opresión y a la injusticia, ahí donde se manifiesten. Si el fin de la revolución se autonomiza, es decir, si la revolución se torna un fin en sí, dejando de ser un medio para mejorar la vida humana, termina perdiendo su significado». (Del prólogo de Cristina Basili) Traducción de Íñigo Sánchez-Paños y Elena M. Cano
Una idea recorre la historia de Rusia y atraviesa los siglos para llegar hasta nosotros, desde Dostoievski hasta Putin: la idea de la excepcionalidad rusa, de un imperio que no es ni Occidente ni Oriente y que, por tanto, puede conectar ambos mundos en nombre de su peculiar fuerza moral y espiritual. A través de un ágil recorrido histórico, Bengt Jangfeldt muestra cómo, formulada hace unos dos siglos, en tiempos de Nicolás I, la idea de que Rusia constituye por sí misma una civilización autónoma ha ido reapareciendo «con tal fuerza que, con el apodo de patriotismo, ha llegado a remplazar al comunismo como ideología de Estado». Jangfeldt ofrece aquí un análisis indispensable para comprender verdaderamente lo que está en juego en la «tierra fronteriza» llamada Ucrania.