Cuando tenía veinticinco años, Benjamin Moser se trasladó a vivir a Holanda por amor. Una nueva vida, un nuevo país, una nueva cultura. Empezó a visitar museos y descubrió la pintura del Siglo de Oro holandés: las obras de dos titanes del arte, Rembrandt y Vermeer, pero también las de Hals, Fabritius, Pieter de Hooch, Jan Steen, Metsu, Avercamp, Saenredam, Ruisdael, Paulus Potter, Rachel Ruysch…
El autor comenzó a explorar la vida y el legado pictórico de estos artistas del siglo XVII que pintaban retratos, interiores de casas e iglesias, paisajes, escenas bíblicas, bodegones… Y se puso a hacerse preguntas: ¿por qué creamos arte y por qué lo necesitamos? ¿Qué significa tener talento y cómo podemos desarrollar el que se nos haya concedido? ¿Un artista puede conformarse con ser un mero seguidor de otros o tiene que aspirar a ser original? ¿Cuál es el deber del artista para con los demás, la sociedad y él mismo? ¿Qué es la belleza y cómo se relaciona con el gusto? ¿Cómo puede ayudarnos el arte a perfilarnos una imagen de nosotros mismos y cómo puede ayudarnos a perfilarnos una imagen de los demás?
Se reúnen por primera vez en un único volumen los pensamientos de C. G. Jung sobre astrología dispersos en sus obras, seminarios y cartas. Excelente conocedor de este antiquísimo sistema de adivinación, Jung también recurrió en su práctica analítica a los horóscopos astrológicos como herramienta diagnóstica.
La astrología, «suma de todo el conocimiento psicológico de la Antigüedad», supone para Jung una representación simbólica de los arquetipos de lo inconsciente colectivo. El original abordaje junguiano incluye temas como la precesión de los equinoccios y las eras astrológicas, la sincronicidad y la correspondencia acausal, la naturaleza cualitativa del tiempo o la experiencia del destino astrológico. En todos ellos se pone de manifiesto la fecundidad de la astrología como fuente de significado simbólico también para el tiempo presente.
Perspectivas del Absoluto, situado en el ámbito de la fenomenología de las religiones y de la experiencia místico-religiosa, explora el territorio transconfesional con la intención de favorecer el diálogo sobre lo sagrado.
Los seres humanos percibimos las distintas manifestaciones de lo sagrado a través del entorno que nos configura, y las interpretamos a partir de la religión o cosmovisión que profesamos. En efecto, lo sagrado está presente en todas las tradiciones como horizonte último y primero, el cual se muestra a través de las formas físicas, mentales y espirituales que nos moldean en un proceso continuo de asunción y a la vez de trascendimiento.