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JUNGLA DE PIEDRA

En 1839 los rumores sobre unas extraordinarias ruinas de piedra enterradas en las selvas de Centroamérica llegaron a oídos de dos de los exploradores más intrépidos del mundo. Cautivados por las noticias, el diplomático norteamericano John Lloyd Stephens y el artista británico Frederick Catherwood —ambos ya conocidos por sus aventuras en Egipto, Tierra Santa, Grecia y Roma— zarparon del puerto de Nueva York en una expedición a las inhóspitas selvas de los territorios actuales de Honduras, Guatemala y México. Lo que descubrieron cambiaría drásticamente el entendimiento de Occidente respecto a la historia humana.
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TRANCE Y MEMORIA EN EL BUDISMO Y EL YOGA

Este libro trata sobre seres humanos que dicen haber sido pájaros y peces en vidas pasadas, meditadores que describen cómo dieron el paso de la vida a la no-muerte, pensadores convencidos de que, si entrenamos la mirada del alma y la orientamos hacia dentro, recordaremos nuestro origen divino. Relacionando el modo de vida que nos plantea el budismo antiguo y la ascesis esbozada en los Yogasūtra de Patañjali, sale a la luz la importancia de la memoria corporal del practicante. La autora revisa algunos aforismos «budistas» del yoga de Patañjali, y también el legado budista que reflejan algunos de los comentarios que acompañan a los aforismos. Otros temas igual de importantes son abordados con lucidez: la memoria de vidas pasadas, el trance meditativo, y la relación del practicante con su propio cuerpo, con la felicidad o con el suicidio.
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EN EL PRINCIPIO ERA EL SENTIDO

Viktor E. Frankl, cuya primera crisis existencial le sobreviene a una edad tan temprana como la que tenía Mozart cuando compuso su primer minué, fue incapaz de no dejar su impronta en el siglo XX: el siglo del replanteamiento de todos los valores, de la vertiginosa aceleración de todos los procesos y de la decadencia de las costumbres sometidas a una constante manipulación cotidiana. Con una extraordinaria capacidad de percepción, Frankl dedicó su vida exclusivamente a un pensamiento fundamental que, antes de él, parecía innecesario: que la vida tiene un sentido y que dicho sentido no es una imaginación nuestra, sino que realmente existe. Podemos, pues, aplicar a Frankl la famosa frase de Goethe: «En el principio era el sentido».
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