En el año 1972 partió de Montevideo, con destino Santiago de Chile, un avión Fairchild F227 de las fuerzas aéreas uruguayas en el que viajaba un equipo de rugby y sus acompañantes. Pero en realidad les aguardaba un destino muy distinto del que ellos habían proyectado. Las infernales condiciones climatológicas determinaron la catástrofe, y el aparato se estrelló en Los Andes. Sólo dieciséis de los cuarenta y cinco pasajeros que viajaban en el avión sobrevivieron al accidente y a los casi tres meses de indescriptibles rigores que compartieron con el hambre, el frío y el dolor. Sin otras provisiones, se vieron obligados a enfrentarse al horror de alimentarse con la carne de sus compañeros muertos, en un acto desesperado por conservar la vida. ¡Viven! Relata con toda suerte de detalles esta escalofriante peripecia y la de los familiares que en ningún momento dejaron de buscarlos.
La lectura de algunos clásicos puede ser complicada, parecido a todos aquellos retos difíciles de acceder por el esfuerzo, la paciencia y la concentración que requieren. La gente acude a lo clásico porque nunca defrauda, porque nos identifica y nos hace felices. ¿Por qué no ocurre lo mismo con la literatura? ¿Por qué la palabra clásico referida a un libro ahuyenta más que acerca?
Gabriel Lara de la Casa tratará de acercarte a esa literatura en mayúsculas que son los grandes clásicos y lo hará a través de obras que todos conocemos: Kafka, Joan Didion, Valle-Inclán o Stefan Zweig son algunos de los nombres que encontraremos.
Es curioso que los libros cuanto más leídos son más vida poseen y en cambio nosotros, querido lector, cuanto más leemos de menos vida disponemos. Ellos tienen muchas y nosotros solo una. Escoge bien lo que lees. Apuesta por los clásicos pues son los únicos que te dejarán una huella indeleble.
Tragedias imposibles, como que te caigan siete rayos. Vergüenzas monumentales, como aparecer ante el mundo con un filtro de gatito que no puedes quitar. Metidas de pata épicas, como hacer que la empresa donde trabajas pierda más de 200 millones de dólares. Errores que se convierten en inventos, como la plastilina, el microondas o la penicilina. Desgracias, como la del productor que rechazó a Los Beatles. Lo que todas estas historias tienen en común es que son reales y confirman que, cuando algo sale mal… siempre puede empeorar.