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EL ULTIMO VERANO

La filosofía como elemento esencial de la vida cotidiana y para la comprensión del mundo. Diego Garrocho introduce en sus textos, con deslumbrante agilidad y hondura, una mirada filosófica que resulta muy poco frecuente en el panorama del periodismo en España. El último verano es una selección cuidada y equilibrada de sus mejores columnas y ensayos cortos, que elude lo coyuntural y aborda la vida y la tensión entre el pasado y el futuro, con un enfoque intelectual pero no exento de nostalgia e intimidad. El libro condensa las convicciones del autor, defiende la cultura como único instrumento para repararel mundo, reflexiona sobre el talento e invoca a figuras como Tennessee Williams, Ferlosio, Leopardi, Aristóteles o Platón. A lo largo de la historia, numerosos filósofos y pensadores han encontrado en el ensayo breve y los artículos un modo idóneo de transmitir sus ideas de manera que, sin perder el rigor conceptual o la fuerza de sus tesis, estas pudieran llegar a un público amplio. Este libro se enmarca en esa tradición, y demuestra que la Filosofía también tiene la capacidad de abordar los problemas de una maneradirecta y eficaz. El último verano, que puede leerse en clave generacional, ofrece una perspectiva sensible y original sobre el mundo, y es una maravillosa muestra del trabajo en prensa que, desde hace algunos años, Diego Garrocho combina con su labor académica.
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PEREZA

Este libro se acerca a la pereza desde la triple óptica de la retórica –lenguaje, metáforas y refranes–, la estética –su presencia en la literatura y en el cine– y la ética –en Oriente y Occidente–, y lo hace desde la conciencia de que la pereza «habla de la naturaleza frágil de nuestra especie, de nuestra limitación como seres creados hermosamente a partir de un soplo sobre la materia más fácil de quebrar, del más sencillo barro».
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TRISTEZA

Ayer, un mes después de morir, grabaron sobre su tumba el nombre de mi madre. Al ver sobre la piedra las letras que tantas veces estuvieron en mis labios sentí un impulso doble, contradictorio tan solo en un primer instante, que me empujaba al mismo tiempo a permanecer callado y a pronunciar las palabras justas para nombrar la vida. Lo que sentía en ese momento solo puede ser nombrado con la palabra «tristeza», aunque la palabra «tristeza» –como le ocurre a todas las palabras frente a la complejidad de nuestra vida– se queda tan corta como un metro para sondear las profundidades de un abismo.
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