¿Fanáticos del control, adictos al trabajo o adolescentes malcriados? ¿Cómo eran realmente los emperadores de Roma?
En SPQR, Mary Beard narró la historia milenaria de la antigua Roma. En este nuevo libro centra su atención en los emperadores que gobernaron el Imperio romano para darnos una versión matizada y más precisa de estas glorificadas figuras clásicas. Desde Julio César (asesinado en el 44 a.C.) hasta Alejandro Severo (asesinado en el 235 d.C.), pasando por el loco de Calígula, el monstruoso Nerón y el filósofo Marco Aurelio, Mary Beard recorre la vida y los mitos de los grandes gobernantes romanos y nos plantea grandes preguntas: ¿qué poder real ostentaban los emperadores?, ¿quién movía los hilos entre bambalinas?, ¿cómo se gobernaba un imperio tan vasto?, ¿realmente estaban las paredes de palacio tan manchadas de sangre?
Recuperamos Los cuatro libros, el canon, el texto fundamental en el que se basa lo que conocemos como filosofía confuciana.
Estos cuatro libros, que Confucio no redactó personalmente, son el canon de su escuela, también conocida como «de los Letrados». Frente al individualismo anarquizante del taoísmo, el confucianismo representa la dimensión social del hombre, cuya moralidad viene definida por el deber, la posición y la función, ya sea en la familia o en el Estado. Textos que demuestran que la historia y la cultura chinas son tan incomprensibles sin las doctrinas de Confucio como las europeas sin la filosofía griega y el cristianismo.
Esta nueva obra de Esteban Mira Caballos desmonta el viejo tópico que sostenía que la presencia de indígenas americanos en el Viejo Mundo se limitó a un puñado de ellos que trajeron algunos descubridores, como Cristóbal Colón, pero la realidad es que hubo un tráfico de indígenas con destino a los mercados esclavistas europeos. Hasta mediados del siglo XVI entraron a través del puerto de Sevilla y, en la segunda mitad de la centuria, por Lisboa.
Otros muchos llegaron voluntariamente: unos, para conocer los secretos de la tierra -como un turista del siglo XXI- y, otros, para solicitar sus derechos, acudiendo personalmente a la corte para entrevistarse con el soberano. Lo mismo reclamaban tierras de sus antepasados, que privilegios -como escudo de armas, o el derecho a portar armas o a usar caballos--.