El genio, figura clave para la estética durante el siglo XVIII, permitió pensar la relación del sujeto con la naturaleza, la posibilidad de atribuir al hombre condiciones innatas, el modo en que la genialidad tenía lugar en el ámbito de las ciencias, la postulación de un nuevo modelo ideal de humanidad, entre tantos otros temas.
En este libro un grupo internacional de investigadores de la filosofía moderna analiza el desarrollo del concepto genio, revisa los principales aspectos de la representación de esta figura por parte de un filósofo en particular o de una corriente de pensamiento. Asimismo, examina el significado del concepto genio para autores de las tradiciones inglesa, francesa, italiana, alemana e hispanoamericana.
Además de analizar el significado y la importancia que tuvo para algunos filósofos ilustrados considerados clásicos, en esta obra se exploran algunas interpretaciones menos visitadas, tales como la emergencia del concepto en la obra de Vico, las referencias en textos de las colonias americanas y algunas apreciaciones sobre el genio por parte de intelectuales mujeres. Junto al despliegue de las doctrinas canonizadas, el lector encontrará explicaciones referidas al uso del término en regiones consideradas periféricas y voces menos escuchadas.
María Hesse cuenta en El placer cómo fue su camino hacia el despertar sexual, una senda tortuosa sembrada de vergüenza y desconocimiento, que sorteó gracias al sabio ejemplo de mujeres que supieron iluminar la ruta del placer para que otras la recorrieran más ligeras. Ese libro dio pie a otro, Malas mujeres, en el que sigue la pista de otras mujeres que también se salieron de las líneas caprichosas que los hombres habían trazado para ellas. Mujeres osadas a las que a menudo llamaron locas, fatales, brujas o sencillamente malas —de Madame Bovary a Sarah Connor, de Juana la Loca a Yoko Ono o de Helena de Troya a Monica Lewinsky—, y que Hesse reivindica como referentes en los que inspirarse para ser simplemente mujeres en el mundo en que vivimos.
Esta obra explora y desarrolla los temas iusfilosóficos que subyacen a una concepción argumentativa del Derecho (que el autor presentó hace unos años en su Curso de argumentación jurídica), esto es, cómo entender el Derecho, el conocimiento jurídico, la justicia o la propia filosofía del Derecho. La tesis principal es que el Derecho no consiste exclusivamente en un conjunto de normas, sino que debe verse, sobre todo, como una práctica social guiada por fines y valores. El autor entiende que el objetivo de la filosofía del Derecho no puede ser otro que la transformación social. Y subraya la idea de que la ambigüedad de nuestros Derechos (la posibilidad de que lo jurídico sea injusto, o lo justo, antijurídico) no significa que no haya valores intrínsecos al Derecho ni que se pueda prescindir del Derecho al conformar un proyecto de idealidad social.