Con las siguientes tres contribuciones de la pluma de mi discípula Tatjana HÖRNLE sobre la dogmática de la determinación de la pena, puede el lector no solo introducirse en la actual discusión alemana, sino también familiarizarse con una tentativa exitosa para garantizar previsibilidad y justicia, en un campo de la ley hasta ahora controlado por la discrecionalidad y la arbitrariedad del juez. La ciencia penal alemana, reconocida mundialmente por sus logros revolucionarios en la sistematización de los supuestos de punibilidad, los que en gran medida fueron aceptados, ha descuidado por completo durante décadas el campo de la medición de la pena, a pesar de que para el acusado -en muchos casos- la pregunta acerca de la determinación de la pena es la decisión judicial más importante; mientras que los presupuestos de punibilidad (determinante para la pregunta sobre si se "condena o absuelve") en la práctica, generalmente, no plantean problemas especiales. Aplicar las reglas dogmáticas del derecho penal a la determinación de la pena, y hacerlas así controlables, es en el presente más importante que nunca.
Ante la emergencia ambiental, la naturaleza está de moda y, convertida ya en eslogan, corre el riesgo de convertirse en un artificio más. Por tanto, es necesario repensar radicalmente el concepto de naturaleza, confrontando la inteligencia de los Antiguos, en particular la de Aristóteles, con los desafíos posmodernos. ¿Es el hombre, ante la pluralidad de sus culturas, un ser natural? ¿Cómo se articulan naturaleza y libertad, o naturaleza y tecnología? ¿Por qué la colorida multitud de los seres humanos nos recuerda nuestra vocación de constructores de arcas?
Este breve ensayo analiza el biocentrismo romántico y el antropocentrismo desviado, y proporciona los elementos de una ecología verdaderamente integral.
Este libro se adentra en los entresijos del cuento de tradición oral La Barbe Bleue, fijado por Charles Perrault en 1697. La intención que rige la interpretación del profesor Puelles ha sido la de tomarlo como umbral de un modo del horror moderno irreductible al género «goticista» que a partir del siglo XVIII ostentará la hegemonía del miedo literario. Publicado en el gozne entre el clasicismo y el rococó, y llevándonos al paroxismo del terror visual, Barbazul abre el camino a una narrativa traumática, testimonial, de pura supervivencia, cuyos extremos alcanzan a Primo Levi, entre otros muchos.
El macabro cuento que nos ocupa es también la ocasión para situarnos en un enclave en el que la experiencia del lector u oyente transita –quizá por primera vez– hacia territorios como lo sublime y lo siniestro en la ambivalencia entre el placer estético de la representación del horror y el conocimiento –más «antropológico» que estético– de la pura crueldad humana. Barbazul es, además, un espléndido contrapunto a la doctrina del cogito cartesiano, dándosele prevalencia al terror propio (y no lo hay más atroz que el de «verse morir») sobre aquellas otras condiciones en las que sí será posible ganar la distancia reflexiva. «Tengo miedo, luego existo», escribió Roland Barthes.