Todos los seres vivos somos más que habitantes de la Tierra: somos la Tierra, una excrecencia de su estructura y un motor de su evolución. La vida y el medio ambiente han transformado un fragmento de roca en órbita en un oasis cósmico: un planeta que respira, metaboliza y regula su clima.
Ferris Jabr nos sorprende con una nueva visión de la Tierra que emerge de las últimas investigaciones científicas. En ella, los bosques arrojan agua, polen y bacterias para convocar la lluvia; los animales gigantes diseñan los mismos paisajes por los que deambulan; los microbios mastican la roca y dan forma a los continentes; y el plancton microscópico renueva el aire y los mares.
El nacimiento de la Tierra es un viaje estimulante por el funcionamiento oculto de nuestra sinfonía planetaria -sus intérpretes, sus instrumentos y la música de la vida que emerge. Pero también una invitación a repensar el tipo de planeta que queremos dejar a nuestros descendientes.
La inteligencia artificial ha nacido cargada de promesas y de amenazas, suscitando a la vez entusiasmos y recelos. Tanto los entusiastas como los temerosos reclaman dotarla de ética para defender y empoderar a los seres humanos y a la naturaleza; algunos incluso aseguran que podremos acabar con las enfermedades, la muerte y crear una especie superior que inaugure un mundo de paz y felicidad.
Ante esta visión tan optimista, ¿hablamos de «ética» o de «ideoogía»? ¿No se está dando por ciencia lo que no lo es para atraer suculentas inversiones, o incluso ganar en la competencia por el poder mundial? Y todo ello mientras en el espacio público triunfa la razón estratégica y se produce el eclipse de la razón comunicativa. Es ésta una pésima noticia si queremos fortalecer la democracia, que está en peligro en el contexto mundial. Y, por supuesto, en España, Europa y América Latina.
¿Qué pasaría si un día, de repente, el planeta en el que vivimos nos pareciera tan siniestro como extraño, como si nos hubieran teletransportado a un planeta lejano? Ese aterrador futuro ya es nuestro presente. La hidrosfera, que sustenta toda la vida del planeta, se está revelando ante el calentamiento global: nos enfrentamos a diluvios primaverales casi bíblicos, sequías devastadoras, olas de calor, incendios forestales y mortíferos huracanes y tifones otoñales que causan estragos en los ecosistemas y en la sociedad.
Durante demasiado tiempo hemos juzgado erróneamente la naturaleza misma de nuestra existencia y sobre lo que se sustenta. Hemos creído que vivíamos en un planeta de tierra, cuando la realidad es que vivimos en un planeta de agua, y ahora la hidrosfera del planeta se está resilvestrando en medio de un clima que no deja de cambiar, y está llevando a nuestra especie, así como a todas las demás, a una extinción masiva en su búsqueda de un nuevo equilibrio.