¿Por qué elegimos vivir en ciudades que nos ofrecen trabajos precarios y malas condiciones de vida? Más a menudo de lo que nos gustaría, tomamos decisiones que nos hacen infelices o que nos reportan malestar. Tradicionalmente, este tipo de comportamientos se explican desde la lógica y la razón. Se pone a lo consciente y a la voluntad en el centro del argumentario, y se asume que estas contradicciones son el resultado de obligaciones y condiciones materiales o de la irracionalidad del individuo.
Sin embargo, en Política del malestar se propone una óptica diferente: el psicoanálisis y la descentralización de la razón y el yo. Alicia Valdés profundiza en cuáles son los elementos que, más allá de la razón, consiguen que nos (des)movilicemos políticamente y por qué resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. El inconsciente y las emociones, aspectos tantas veces subestimados en el análisis político, recobran su importancia a la hora de explicar los diferentes senderos que el deseo puede llegar a recorrer en un camino dividido entre la pulsión de muerte y la posibilidad de imaginar presentes alternativos.
De la desesperación más profunda nace también la esperanza más íntima. La esperanza nos lanza hacia lo desconocido, nos pone camino de lo nuevo, de lo que jamás ha existido. Guerras, migraciones masivas, atentados, catástrofes climáticas, crisis y pandemias: escenarios apocalípticos muy diversos nos confrontan con una inminente amenaza de hundimiento y extinción. Y mientras vamos de catástrofe en catástrofe, nuestra verdadera vida se asfixia y se ve reducida a una pura supervivencia. Sin embargo, la esperanza nos abre tiempos futuros y espacios inéditos, en los que entramos soñando. Es toda una manera de existir, que no resulta de hechos dados, sino que posibilita nuevos acontecimientos precisamente cuando más imposibles parecerían. Tras sus famosos ensayos de crítica negativa del régimen neoliberal, en esta nueva y novedosa obra el célebre filósofo Byung-Chul Han emprende no ya un viraje, sino una verdadera superación hacia una alentadora visión del hombre. En el espíritu humano anida la capacidad de hacer fecundo lo más yermo.
Tras la invasión de Holanda, los Frank, comerciantes judíos alemanes emigrados a Ámsterdam en 1933, se ocultaron de la Gestapo en una buhardilla anexa al edificio donde el padre de Anne tenía sus oficinas. Eran ocho personas y permanecieron recluidas desde junio de 1942 hasta agosto de 1944, fecha en que fueron detenidas y enviadas a campos de concentración. En ese lugar y en las más precarias condiciones, Anne escribió su estremecedor diario: un testimonio único en su género sobre el horror y la barbarie nazi, y sobre los sentimientos y experiencias de la propia Anne, que moriría en el campo de Bergen-Belsen en marzo de 1945.