En 1944, la corriente sionista europea estaba a punto de lograr el objetivo de fundar su propio Estado en territorio palestino. Fueron muchos los intelectuales que participaron de este planteamiento, entre ellos Hannah Arendt, quien elaboró un breve estudio acerca de la viabilidad del proyecto, posicionándose a favor de la creación del Estado de Israel, aunque con ciertas reticencias: este asentamiento no debía realizarse sin establecer las condiciones con claridad, debido al peligro de desembocar en una convivencia truncada y hostil. Advirtió, además, de que Estados Unidos podría aprovecharse de la situación para apropiarse del petróleo de la región.
Sobre Palestina alberga una funesta premonición que había permanecido inédita hasta hoy. Tanto en el prólogo como en el epílogo, el filósofo Thomas Meyer da cuenta del contexto del manuscrito de la pensadora judía y del porqué de que nunca se publicara, amén de las presiones recibidas por parte de los comités de apoyo sionista. En este volumen también se incorpora el memorándum titulado "El problema de los refugiados palestinos", redactado por varios autores en 1958 -entre los que figura, a disgusto de ella, Hannah Arendt- y publicado por el Institute for Mediterranean Affairs, un estudio en forma de esclarecedor catálogo de cuestiones acerca del conflicto palestino, redactado diez años después de que el Estado de Israel se hiciera realidad, del modo en que Arendt había temido y pronosticado.
¿La Revolución rusa fue la consecuencia directa de las decisiones del zar Nicolás y del gobierno provisional de Alexander Kerensky? ¿O fue un proceso impulsado por los obreros y campesinos, que nunca imaginaron la dictadura bolchevique que impondrían Lenin y sus sucesores?
Resultado de toda una vida dedicada al estudio del gigante del este, Robert Service nos ofrece en este libro un esclarecedor y vívido relato del tortuoso camino que siguió Rusia durante la Primera Guerra Mundial, la Revolución y la posterior guerra civil, que desembocó en el establecimiento de un régimen soviético totalitario destinado a perdurar siete décadas. Protagonistas de altura como Nicolás II, Kerensky y el propio Lenin ocupan un lugar central en estas páginas.
Aquello que destaca, sin embargo, es cómo su autor enriquece la narración gracias a diarios poco conocidos de ciudadanos de a pie, como el campesino Alexander Zamaraev, el suboficial Alexei Shtukaturov o el contable Nikita Okunev. Sus testimonios nos ayudan a entender cómo vivió la sociedad del momento las profundas y problemáticas transformaciones que se sucedieron durante los años previos y posteriores a las revoluciones de febrero y octubre de 1917.
Este alegato a favor de la ética a la hora de contar historias y pensar en utopías defiende que la búsqueda de la verdad ante la violencia y la catástrofe climática tiene que mirar en distintas direcciones: hacia atrás, para comprender qué ha pasado, y hacia delante, para mostrar lo que será y no olvidar que también debemos hablar de lo que podemos esperar.