Una historia remenda y bien contada. Un thiller donde la Historia Oficial es mercancía y la gente muere, según cree, por utopías, cuando en realidad lo hace para coartada de un clero corrupto o una monarquía falsificada desde sus inicios...
Los humanos somos diferentes de los otros animales. Pero ¿qué es lo que determina esta diferencia? No tiene que ver con que seamos más inteligentes o más racionales, sino con que nos emocionamos con cosas que dejan impasibles al resto de los seres vivos. La esencia de nuestra naturaleza se despliega en el lenguaje y la pasión por lo simbólico, que modulan nuestras emociones y han estado desde siempre irremediablemente unidos a la aparición de trastornos mentales específicamente humanos, como la locura. En este libro, Julio Sanjuan explora desde el surgimiento de la especie los tres aspectos diferenciales que explican nuestro enorme éxito evolutivo: creatividad individual, instinto de cooperación y pasión por los símbolos. A partir del concepto de «sincronía», plantea un modelo transversal que arroja luz sobre los orígenes de nuestras emociones y sus trastornos, y propone un lenguaje común entre los aspectos biológicos, psicológicos y sociales de sus causas y mecanismos. Si cada cerebro es único, solo desde una concepción integradora, antidogmática y flexible se puede encontrar la mejor manera de enfrentar nuestros conflictos emocionales.
Heidegger formula en este libro una pregunta recurrente, fundamental, con la que resume las preocupaciones de más de dos milenios de filosofía: «¿Por qué es el ente y no más bien la nada?». Puesto que para él la forma de preguntar define nuestra naturaleza, esa pregunta se constituye como el planteamiento metafísico decisivo, el centro determinante y el núcleo de toda filosofía. La interrogación por la naturaleza última del ser, su relación con la nada y con el ente, el sentido mismo de la pregunta por el ser tal como es, son los temas principales de esta obra. Para el filósofo, la historia de la metafísica también es nuestra propia historia, es nuestro destino, en la medida en que solo nuestro preguntar por el ser puede abrir ese espacio en el que el ser puede surgir y mostrarse.