Óscar Calavia se mueve con maestría entre las fuentes directas para aportar su particular visión crítica del Imperio español en América, huyendo al mismo tiempo de la imperiofilia y de la caricatura. Este libro se escribe —nos dice— porque reducir el pasado a la contabilidad de hazañas y fechorías es un modo de desperdiciarlo.
La imaginación liberal, publicada originalmente en 1950 y presentada aquí en una nueva traducción a nuestra lengua, es no solo una de las obras de crítica literaria y cultural más vendidas y aclamadas de todos los tiempos, sino también uno de los ensayos sobre política y sociedad más influyentes del último siglo, un conjunto de escritos en los que Lionel Trilling atisbó, como pocos lo han hecho, los dilemas de nuestro presente.
El autor examina en este clásico las promesas y los límites del liberalismo, entendido aquí el término en su acepción estadounidense, es decir, como progresismo. Desafiando la autocomplacencia propia de una ingenua creencia en la racionalidad, en el progreso y las panaceas de la economía y otras ciencias sociales, Trilling afirma la irreductible complejidad de la motivación humana y la inevitabilidad del conflicto trágico. Solo la imaginación, argumenta el autor, puede darnos acceso a la comprensión de estos reinos de la motivación y la tragedia humanas, y solo la imaginación puede fundamentar un liberalismo (progresismo, insistimos) reflexivo y considerado, en lugar de uno planificador y dogmático.
Publicada originalmente en 1815, Principios de política aplicables a todos los gobiernos representativos constituye la obra magna de Benjamin Constant y uno de los textos fundacionales del liberalismo político.
A la luz de la experiencia de la Revolución francesa y de la deriva despótica de un republicanismo que había empleado la «voluntad general» rousseauniana para instaurar el Terror, y tras la Restauración borbónica a la que le siguen los Cien Días de Napoleón, el autor intenta establecer los principios que deben servir de guía a las instituciones y la política en una democracia constitucional.
Constant sostiene que el poder ha de estar estrictamente limitado en sus funciones, puesto que «la libertad individual es la verdadera libertad moderna», y la libertad política basada en el gobierno representativo y las garantías constitucionales es su sostén. Así pues, el autor sienta aquí las bases de nuestras modernas democracias liberales.