Las lecturas convencionales de la Antigüedad enfrentan a Atenas con Jerusalén, donde Atenas representa la «razón» y Jerusalén la «fe». Sin embargo, como nos recuerda Susan Buck-Morss, los estudios más recientes han eliminado esta separación. Nombrar el primer siglo como un punto cero –«año uno»– que divide el tiempo en antes y después es igualmente arbitrario, nada más que una conveniencia que carece de sentido empírico. En Año 1, Buck-Morss libera el primer siglo para que pueda hablarnos de otra manera, reclamándolo como terreno común y no como origen de diferencias profundamente arraigadas.
Buck-Morss se propone derribar varias premisas conceptuales que han dado forma a la modernidad como episteme y nos han conducido a algunos impases posmodernos poco útiles. Se acerca al siglo I a través de los escritos de tres pensadores a menudo marginados en el discurso actual: Flavio Josefo, historiador de la Guerra de Judea; el filósofo neoplatónico Filón de Alejandría; y Juan de Patmos, autor del Apocalipsis, el último libro de la Biblia cristiana. También aparecen Antígona y John Coltrane, Platón y Bulwer-Lytton, al-Farabi y Jean Anouilh, Nicolás de Cusa y Zora Neale Hurston, por no hablar de Descartes, Kant, Hegel, Kristeva y Derrida.
Cumplidos ciento veinte años del nacimiento de Nikolaus Pevsner (enero de 1902) y cuarenta de su desaparición (agosto de 1983), la editorial Abada publica bajo el título Sobre lo pintoresco seis artículos suyos dedicados a los autores más conspicuos de la teoría del jardín paisajista, y a la postre del paisaje, en la Inglaterra del siglo XVIII, aparecidos entre los años 1944 y 1949, en la inmediata posguerra; y una conferencia dictada el 25 de noviembre de 1947 en el Royal Institute of British Architects sobre su aplicación a la arquitectura moderna, que aporta las claves del valor otorgado a lo Pintoresco en ese preciso momento histórico. Todo ello precedido de un estudio introductorio de Miguel Ángel Aníbarro que sitúa en su contexto el acercamiento del autor al tema.
Pevsner actúa como un historiador no solamente atento a examinar uno de los fenómenos culturales más llamativos de la Ilustración, sino comprometido con su tiempo, que intuye en lo Pintoresco una de las raíces –y no la menos profunda– de la arquitectura del Movimiento Moderno, así como cierta capacidad para solventar algunos problemas urbanos actuales.
Diccionario provisional de pérdidas es sin duda el ensayo más ambicioso de Miguel Albero. Estamos ante un diccionario que se lee, no se consulta, como nos informa el autor en el prólogo, donde además nos propone una lectura no lineal del mismo o, como él lo llama, «marcarse un Rayuela», yendo de una en- trada a otra en función de su afinidad semántica.
Desde la primera entrada (A. Pérdida de cuanto sigue) a la última (UBICUIDAD. Pérdida de la localización), el lector asiste a un festival de pérdidas, de las más evidentes (AMNESIA. Pérdida de la memoria) a las más sutiles (CASI. Pérdida del todo), de las más tremendas (APOCALIPSIS. Pérdida del futuro) a las más surreales (PERDIDA. Pér- dida de la tilde de pérdida), de los inexistentes PARAÍSOS PERDI- DOS al maravilloso SALÓN DE LOS PASOS PERDIDOS. Piérdase pues el lector en este libro, no le defraudará.