Una sociedad liberal no pretende imponer una única forma de vida, sino permitir a sus ciudadanos elegir de la manera más libre posible sus propios valores y propósitos. Por ello debe gobernar con principios de justicia que no presuponen ninguna visión particular de lo que es una buena vida. Sin embargo, ¿es posible encontrar tales principios? Y, si no, ¿cuáles son las consecuencias para la justicia en tanto ideal moral y político? Estas son las preguntas que Michael Sandel plantea en su crítica penetrante del liberalismo contemporáneo. Después de situar los horizontes del liberalismo moderno pertinentemente en la tradición de la Filosofía del Derecho de Kant, analiza su expresión más influyente en la obra de John Rawls. En una confrontación con los puntos más importantes de la teoría de la justicia de Rawls, Sandel explora los límites del liberalismo que subyacen en su concepción de la persona y aboga por una comprensión más profunda de la comunidad que la que admite el liberalismo. La presente segunda edición de esta obra, originariamente escrita en 1982, está notablemente enriquecida con referencias y comentarios sobre la importante discusión de los años ochenta y noventa entre liberalismo y comunitarismo y presenta también un análisis de la evolución posterior de John Rawls. Esta puesta al día no sólo tiene un valor informativo evidente, sino que permite apreciar la asombrosa intuición y anticipación del desarrollo presentado por Sandel con respecto a temas aún en estado naciente en el momento de la primera publicación de esta obra.
«Hace tiempo, en su clásico trabajo sobre la representación, Hanna Pitkin reconoció que no podemos entender plenamente la representación sin adoptar una perspectiva sistémica. Sin embargo, ni Pitkin ni yo, al abogar por un enfoque sistémico, profundizamos en el tema. Felipe Rey Salamanca ha elaborado ahora el trabajo definitivo hasta la fecha». Así introduce la profesora emérita de Harvard Jane Mansbridge esta obra.
Su autor nos sugiere que la democracia representativa como la conocíamos, localizada en las estructuras parlamentarias, ha dejado de existir. Rey introduce y desarrolla un concepto nuevo, el de los sistemas representativos, en los cuales la representación política es una práctica mucho más extensa que es ejercitada tanto en los órganos oficiales como en la esfera civil. El parlamento ha perdido el monopolio de la representación. La democracia parlamentaria está en su ocaso. Con rigor analítico y destreza argumentativa, Rey ha dibujado una nueva y refrescante teoría de la representación para entender mejor nuestros mundos políticos contemporáneos.
Escrito en 1959, en plena Guerra Fría, este texto se publicó en un esfuerzo por «evitar la catástrofe que supondría una guerra con bombas de hidrógeno a gran escala». Casi sesenta y cinco años después, la posibilidad de un conflicto nuclear es nuevamente una amenaza verosímil, y el agudo análisis de Bertrand Russell acerca de este tan absurdo y sin embargo tan humano anhelo autodestructivo vuelve a ser de escalofriante actualidad.