Desde que los primeros grupos de homínidos empezaron a fabricar toscas herramientas de piedra hasta el desarrollo de la inteligencia artificial, el ser humano ha vivido en una constante evolución tecnológica. Y la tecnología siempre ha ido de la mano del poder, no solo porque la construcción de armas más letales y sofisticadas otorga supremacía sobre las sociedades menos avanzadas, sino porque quien dedica un espacio al progreso científico puede superar cualquier obstáculo.
Una definición sistemática del fenómeno del tecnopopulismo, y un análisis de sus inquietantes consecuencias para los regímenes democráticos. El análisis político suele distinguir entre los regímenes populistas y los gobiernos tecnocráticos, gerenciados por expertos. En esta obra notable, cuya influencia en la discusión contemporánea no ha dejado de expandirse desde su publicación, Christopher Bickerton y Carlo Invernizzi Accetti sostienen que esa dicotomía no da cuenta de la realidad política contemporánea: es más bien la fusión entre populismo y tecnocracia, el tecnopopulismo, la lógica subyacente a las democracias actuales. Estudiando tanto los que denominan casos de tecnopopulismo puro –el Nuevo Laborismo, el Movimiento Cinco Estrellas y la República en Marcha– como ejemplos híbridos –Podemos y la Liga Norte–, los autores muestran cómo, en los últimos treinta años, los proyectos políticos se han basado cada vez más en apelaciones simultáneas al pueblo y al saber experto, abriendo así una profunda brecha entre los ciudadanos y las instituciones que deberían representarlos.
Desde hace unas décadas, nuestras sociedades se han visto atravesadas por una obsesión memorialista sin precedentes. La necesidad de recordar los pasados traumáticos se ha impuesto así, casi sin percatarnos, como una obligación moral que, supuestamente, nos llevará a evitar futuros enfrentamientos y desgarros. El mantra «quien olvida su historia está condenado a repetirla» sintetiza a la perfección esta idea, formando ya parte de todo un sentido común de época. En 'Tejer el pasado', las politólogas Sandrine Lefranc y Sarah Gensburger cuestionan de raíz esta concepción tan extendida. Este borboteo incesante del pasado en nuestro presente ha propiciado la aparición de toda una 'industria de la memoria' cuyos esfuerzos, en opinión de las autoras, están dirigidos de manera ineficiente. Y es que, según argumentan, el despliegue de todas estas acciones memorialistas no contribuye de manera necesaria a alumbrar sociedades más pacíficas o tolerantes. Su análisis, por tanto, no parte de la idea preconcebida de que cabe recordar para 'nunca más' repetir errores del pasado, sino que se centra en el modo en que, según las ciencias sociales, los individuos operamos en nuestros campos de referencia. ¿Cómo hacer que las políticas de memoria puedan ser realmente eficaces? De este modo, este brillante estudio dinamita un lugar común como punto de partida, para a continuación instituir un nuevo promontorio desde el que repensar el modo en que deberíamos recordar ―o no― de manera colectiva, a fin de construir sociedades más justas.