¿Crees que estamos ante el apocalipsis de las máquinas? ¿Eres de los que ceden sus datos con total alegría? ¿Temes por tu trabajo y por tu seguridad en este futuro inmediato o piensas que este es el inicio de una nueva manera de trabajar para todos? ¿Crees que la inteligencia artificial puede superar a la natural o quizá piensas que son complementarias?
Vidas futuras ofrece una visión realista sobre la inteligencia artificial y su impacto social. Por supuesto que la IA supondrá un reto ético y económico, pero también tiene un potencial inmenso para mejorar temas fundamentales como el trabajo, la salud o la educación.
Este segundo volumen contiene las biografías de seis personajes que contribuyeron de forma determinante a definir el carácter de Atenas y Roma.
Historiador, filósofo y moralista, Plutarco nos legó uno de los conjuntos literarios más extraordinarios de la Antigüedad: las Vidas paralelas. Bajo este título se reúne una extensísima recopilación de biografías de algunos de los hombres más sobresalientes de la historia antigua. En estas piezas, Plutarco trasciende el relato histórico para también transmitir mensajes morales y llegar al alma de estos grandes personajes presentados siempre por parejas (uno griego y otro romano).
En toda relación sentimental existen dos relatos, dos versiones casi siempre superpuestas y algunas veces coincidentes. A partir de esta premisa, Vidas paralelas se asoma a la intimidad de cinco ilustres parejas de la época victoriana, cuando el divorcio era motivo de escándalo y el «hasta que la muerte nos separe» se tomaba en un sentido literal. Combinando la erudición histórica y literaria, la crítica feminista y el «chismorreo de altura», Phyllis Rose somete a examen el desastroso matrimonio de Charles Dickens y Catherine Hogarth, pero también el romance de George Eliot con George Henry Lewes, curiosamente la pareja más feliz del libro y la única que no pisó el altar. Entre ambos extremos aparecen John Stuart Mill, empecinado en encarnar la igualdad de género; John Ruskin, incapaz de consumar el matrimonio en la noche de bodas, y Thomas Carlyle, que tuvo que leer los diarios de su esposa muerta para comprender lo desdichada que había sido a su lado.