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ALIGERE SU EQUIPAJE

¿Le conocen por las maletas que se echa a cuestas? Probablemente lo hizo esta mañana. En algún punto entre su primer paso y el último para cruzar el umbral, usted tomó quipaje. Fue hasta el dispensador de maletas y cargó unos cuantos bolsos. Pero este dispensador no es la correa transportadora del aeropuerto. Es la de la mente. Y las valijas que tomamos no son de cuero, sino de cargas. La maleta de la culpa. El baúl del descontento. La mochila de la ansiedad y un bolso de tristezas colgado del hombro. Añádase un maletín de perfeccionismos, el saco de la soledad y la bolsa de lona del temor. No es raro que estemos tan cansados al final del día. ¿Hacia dónde podemos volvernos en busca de ayuda? ¿Qué le parece si consultamos a un viejo amigo, el Salmo Veitnitrés?
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ALIGERE SU EQUIPAJE (BOL)

¿Le conocen por las maletas que se echa a cuestas? Es probable que lo hiciera esta mañana. En algún punto entre su primer paso y el último para cruzar el umbral, usted tomó equipaje. Fue hasta el dispensador de maletas y cargó unos cuantos bolsos. Pero este dispensador no es la cinta transportadora del aeropuerto. Es la de la mente. Y las valijas que tomamos no son de cuero, sino de cargas: Las maletas de la culpa, del descontento, de la ansiedad y de las tristezas. Añádase un ma­letín de perfeccionismo, el saco de la soledad y la bolsa de lona del temor. No es raro que estemos tan cansados al final del día. ¿Hacia dónde podemos volvernos en busca de ayuda? ¿Qué le parece si consultamos aun viejo amigo, el Salmo Veintitrés? Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte. No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de míen presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. Con estos versos como guía, Max Lucado nos conduce a lo largo de un útil inventario de nuestras cargas. Nuestro deseo es que Dios use este salmo para recordarle que deje las cargas que nunca debió llevar. Max, Denalyn y sus tres hijas viven en San Antonio, Texas, donde pastorea la iglesia Oak Hills.
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ALIMENTAR LA MAQUINA

Las grandes tecnológicas nos han vendido la ilusión de que la inteligencia artificial es una herramienta que traerá riqueza y prosperidad a la humanidad. Pero escondida debajo de esta optimista superficie se encuentra la sombría realidad: una fuerza laboral precaria formada por millones de personas que trabajan en condiciones espantosas. Alimentar la máquina es una investigación urgente y fascinante sobre la intrincada red de organizaciones que mantiene este sistema en marcha. Basado en cientos de entrevistas y miles de horas de trabajo de campo, este libro muestra las vidas de los trabajadores y los sistemas de poder que determinan su futuro. Nos enseña, también, cómo la IA es una máquina de extracción que procesa conjuntos de datos cada vez más grandes y se alimenta del trabajo de la humanidad para impulsar sus algoritmos, y detalla lo que debemos hacer para luchar por un futuro digital más justo.
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ALLI DONDE NOS ENCONTRAMOS (OF2)

Una celebración de los lugares de encuentro en la literatura, y de la literatura como lugar de encuentro. «Desde que el mundo es mundo la autoridad ha tratado de controlar el espacio donde nos reunimos y encontramos. Momentos de vernos, hablar, tejer complicidades y pensar en qué podemos llegar a ser y hacer juntos. Si toda reunión tiene algo de rebeldía esta antología de textos propone un paseo por las insurrecciones silenciosas, aparentemente aisladas, de la lectura.» Del prólogo de Gonzalo Torné
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ALLI DONDE SE QUEMAN LIBROS

En la fría madrugada del 15 de febrero de 1976 un joven se situó frente al escaparate de la librería El Parnasillo (Pamplona). Observó las obras que había expuestas, pero no tenía intención ni de comprarlas ni mucho menos de leerlas. Rompió el cristal, manchó los libros de pintura, los roció con líquido inflamable y luego les prendió fuego, igual que los nazis habían hecho en la Opernplatz de Berlín cuarenta y tres años antes. El que acababa de sufrir El Parnasillo no fue una rareza, sino uno de los cientos de atentados de los que han sido objeto librerías, ferias del libro, quioscos, editoriales y distribuidoras en España entre 1962 y 2018. Aquella bibliofobia violenta llevaba la firma de la ultraderecha, que se había reactivado durante la crisis terminal de la dictadura franquista, y en menor medida de ETA y su entorno juvenil. Por estas páginas desfilan radicales de toda índole que se dedicaron a odiar, amenazar, pintar, asaltar, destruir, disparar y quemar libros y librerías, así como salas de cine y otras manifestaciones culturales. Sin embargo, el presente trabajo no está dedicado a ellos, sino a los letraheridos, es decir, a quienes amaban y aman la literatura: escritores, lectores, editores, distribuidores, reseñadores, traductores, periodistas y, muy especialmente, libreros.
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ALMUDENA

Pocas escritoras de finales del siglo XX y principios del XXI han sido más leídas, han aunado tantos premios, crítica y lectores y han suscitado tal admiración y amor como Almudena Grandes. Lectora voraz, Almudena escribió para que su generación lograra ser tan moderna como lo había sido la de sus abuelas durante la Segunda República. Empeñada en recuperar las huellas de un pasado oculto por la dictadura, investigó, descubrió y ficcionó los márgenes de un país olvidado, haciendo de la memoria el eje central de su obra literaria y convirtiéndose en una rastreadora de personajes y de historias. Pero Almudena no solo tenía el secreto de la literatura, sino que supo acertar con la vida para mantener siempre la alegría intacta. Estas páginas son un viaje por los años y las palabras de una mujer comprometida con su tiempo, pero, sobre todo, con los libros. Como otras autoras de su generación, Aroa Moreno Durán creció leyendo a Almudena Grandes y tuvo la gran suerte de conocerla. En este libro reivindica su memoria y su obra y, junto con Ana Jarén, le rinde un emocionado homenaje.
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