En 1507, cuando el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó un mapa del mundo, denominó América a un nuevo continente, descubierto poco antes, en honor al navegante y explorador Américo Vespucio. El nombre hizo fortuna y años después se extendió al hemisferio norte de aquellas tierras, aunque no correspondía al de su auténtico descubridor y el propio Waldsemüller pensaba que había elegido mal el nombre. Ésta es la historia de esa curiosa denominación, y también la biografía de un maestro de la autopromoción. Nacido en 1454 en la Florencia de los Médicis, para los que trabajó en su juventud, Américo se trasladó a Sevilla en 1491. Fue amigo y rival de Cristóbal Colón, y colaboró en la segunda y tercera expediciones de éste a las Indias, antes de embarcarse él mismo por lo menos en dos ocasiones y de explorar la costa de lo que hoy es Brasil. El hombre que dio su nombre al Nuevo Mundo emerge en estas páginas como un acabado producto de una riquísima época: proxeneta, mago, aventurero, intrigante, hábil navegante (aunque no al principio), autor de deslumbrantes crónicas de viajes, siempre al tanto de los últimos avances científicos y capaz de apropiarse de honores inmerecidos. Fernández-Armesto, valiéndose de una cantidad ingente de fuentes y documentos, ha escrito la primera biografía de Vespucio que consigue distinguir la realidad de la leyenda.
La frontera entre México y Estados Unidos, que se extiende a lo largo de casi 3400 kilómetros desde el Pacífico hasta el Golfo de México, es una de las zonas de mayor intercambio comercial, con un continuo flujo de personas y mercancías. Pero desde hace unos años, esta región, que el autor denomina Améxica, es también el escenario de una guerra en la que se enfrentan entre sí los cárteles de la droga más mortíferos –como el de Sinaloa o los Zetas–, numerosas bandas dedicadas al tráfico de seres humanos o armas, y las diversas policías fronterizas y cuerpos militares de elite de ambos países. Desde 2006 hasta 2010, este conflicto ha provocado en México más de 24.000 muertos y en la actualidad ha alcanzado insólitas cotas de crueldad, con decenas de cadáveres decapitados y expuestos en la vía pública, hallazgos de fosas comunes masivas, inmigrantes clandestinos extorsionados y asesinados y víctimas de secuestros torturadas y ejecutadas.Durante varios meses, el periodista y corresponsal de guerra Ed Vulliamy visitó las zonas más violentas de Améxica: Tijuana (sede del cártel de Sinaloa), Ciudad Juárez (cuya tasa de criminalidad es la más elevada del mundo) o los desiertos de Sonora y Arizona (donde el narcotráfico se está haciendo con el control de la emigración clandestina a Estados Unidos). Periodistas amenazados, activistas, líderes indígenas, antiguos patrulleros y familiares de víctimas ofrecen en esta crónica el descarnado testimonio de este infierno contemporáneo.
Poder. Privilegio. Fiestas. Es un mundo muy pequeño en la cima. Boris Johnson, Michael Gove, David Cameron, George Osborne, Theresa May, Dominic Cummings, Daniel Hannan, Jacob Rees-Mogg: Whitehall está plagado de viejos oxonianos. Han debatido entre ellos en las tutorías, se han enfrentado en las elecciones estudiantiles y han asistido a los mismos bailes y cenas de etiqueta. No son solo colegas: son compañeros, rivales, amigos. Y, cuando salieron del mundo de los debates estudiantiles para entrar en la escena nacional, llevaron consigo su política universitaria. Trece de los diecisiete primeros ministros británicos de la posguerra estudiaron en la Universidad de Oxford. En Amigocracia, Simon Kuper analiza cómo la atmósfera enrarecida y privilegiada de este estrechísimo círculo de talentos —y las amistades y visiones del mundo que creó— dio forma a la Gran Bretaña moderna. Una mirada condenatoria a la camarilla universitaria convertida en mayoría en la Cámara de los Comunes que abrirá de par en par las puertas de Westminster y cambiará para siempre la forma de ver la democracia del Reino Unido.