Desde la antigua Mesopotamia a nuestro mundo actual, la historia de cómo los humanos han utilizado las leyes para forjar civilizaciones.
A lo largo de la historia los gobernantes han utilizado las leyes para imponer el orden. Pero las leyes no eran simplemente instrumentos de poder y control social: también ofrecieron a la gente común una forma de expresar sus diversas visiones para un mundo mejor.
Casi todas las leyes que ahora se aplican en todo el mundo se basan en los sistemas desarrollados en Europa en los siglos XVIII y XIX. Durante doscientos años de dominio colonial, los europeos exportaron sus leyes a todos los lugares que pudieron, pero a menudo no estaban llenando un vacío: en muchos lugares, desplazaron tradiciones que ya eran antiguas.
En Ordenar el mundo Fernanda Pirie traza la historia del surgimiento y la caída de los sistemas legales que sustentaron los antiguos imperios y las tradiciones religiosas, al tiempo que muestra cómo la gente común (asambleas tribales, comerciantes, agricultores) pidieron leyes para definir sus comunidades, regular el comercio y, al fin, y construir civilizaciones. Aunque los principios legales que se originan en Europa occidental parecen dominar ahora el mundo, la variedad de leyes del planeta ha sido durante mucho tiempo casi tan grande como la variedad de sus sociedades. Lo que verdaderamente une a los seres humanos, argumenta Pirie, es nuestra fe misma en que las leyes pueden producir justicia, combatir la opresión y crear orden a partir del caos.
Este libro representa un punto de inflexión en los estudios sobre genocidios en general y sobre el armenio en particular, que ha tenido como característica singular el persistente y denodado esfuerzo de sucesivos gobiernos turcos por negarlo y ocultar la evidencia documental que lo prueba. Estas páginas iluminan las líneas que a menudo se han presentado borrosas entre los hechos documentados y la verdad histórica al demostrar la autenticidad de las órdenes de matar firmadas por el ministro del Interior otomano Talat Pasha y tomar como testimonio las memorias del funcionario Naim Efendi. Contra la corriente negacionista, que durante mucho tiempo sostuvo la falsedad de los documentos que esta obra presenta, Taner Akçam, de origen turco, proporciona los elementos necesarios para demostrar por qué se puede afirmar la autenticidad de la evidencia que revela la intención genocida del gobierno otomano-turco hacia su población armenia. Este trabajo minucioso, lúcido y reflexivo contribuye a eliminar una piedra angular del edificio negacionista e invita a pensar una vez más la impunidad de los delitos de lesa humanidad.
Lejos de quedarse en la queja o la constatación de cómo las mujeres fueron excluidas sistemáticamente de la esfera del arte a lo largo de siglos de desdén y dominio patriarcal, las dos autoras de este volumen van más allá: no sólo nos explican con extremo rigor y documentación de qué forma precisa se llevó a cabo este “ocultamiento de la voz femenina en la historia”, sino que nos ofrecen, con propuestas concretas, hacia el presente y el futuro, la manera en que a partir de ahora deberían organizarse y plantearse las cosas para que la igualdad real de los seres humanos artistas se haga posible, desterrando prejuicios, paternalismos, concesiones caballerosas y principios de autoridad masculinos. El reto es “elaborar modos, clasificaciones y jerarquías que todavía no existen”. Hay mucho de reparación sanadora en este libro, pues, como se dice, no está guiado sólo por un afán intelectual, sino también por un empeño ético.