Un relato apasionante de intriga despiadada y conspiraciones, es un estudio de personalidades, política y poder
Los Románov gobernaron Rusia como zares y emperadores durante trescientos años. A través de la fuerza implacable de su personalidad, esta familia de peculiares pero brillantes autócratas transformó un reino débil y arruinado por la guerra civil en un imperio que dominó Europa. Pedro el Grande, el tirano borracho y asesino, gigante físicamente y reformador político; y Catalina la Grande, la apasionada princesa alemana que derrocó a su propio marido para convertirse en el estadista más sobresaliente de una edad de oro, fueron los dos más grandes gobernantes de Rusia. Elizaveta, que era tan promiscua como glamurosa, continuó el ascenso de Rusia como una potencia europea; más tarde los irresponsables y desequilibrados Pedro III y Pablo I fueron asesinados. Nicolás I censuró a Pushkin, se nombró a sí mismo Gendarme de Europa y luchó en la guerra de Crimea con Gran Bretaña. Finalmente, Nicolás II y Alexandra, a pesar de su feliz matrimonio y la tragedia de su hijo hemofílico, resultaron ser demasiado ineptos para salvar a Rusia de la Gran Guerra y revolución.
En esta obra Visser dirige su sagaz mirada a cómo ponemos los alimentos sobre la mesa y a la forma en que los comemos. Explora ese momento revelador, vistoso y complejo en que nos reunimos para comer, y ofrece al lector ejemplos que van de los antiguos griegos a los modernos yuppies, de los caníbales a los fieles en la eucaristía, de las cenas formales a los pícnics. Este libro se detiene en los distintos rituales que nos han acompañado a la hora de comer: cómo y por qué se dispone de una determinada manera a los invitados; cómo, y cuánto, se les sirve; qué comemos con ellos y cómo los despedimos. Nos permite comprender cosas como por qué los tenedores, que tardaron ocho siglos en convertirse en los utensilios habituales que hoy en día esperamos encontrar junto al plato, nos brindan un ejemplo fascinante de la evolución de las reglas sociales.
Cuando comemos juntos, llevamos nuestra cultura con nosotros, con toda la carga de posibles placeres y peligros que ello entraña. A lo largo de la historia, los modales a la mesa han sido una forma de contención y han servido para domesticar los aspectos más primitivos del comportamiento humano (especialmente de los varones). Al mostrarnos por qué actuamos de determinada manera llegado el momento de comer, Visser despliega la historia de la relación que hemos mantenido con nuestras necesidades más perentorias y con nuestros símbolos más poderosos, pues la mesa es el espacio donde expresamos, además de nuestro lugar en la sociedad, nuestras intenciones más íntimas.