Hace veintitrés siglos vivió un muchacho que recibió una herencia formidable de su padre asesinado: el trono de Macedonia, la hegemonía sobre Grecia y el primer ejército profesional de la Antigüedad. Con apenas veintidós años dejó su tierra y a su madre para no volver a verlas jamás, impulsado por la ambición de apoderarse del mayor imperio del mundo, Persia. Durante once años de guerra vivió en el peligro y el combate constantes, luchó en desiertos abrasadores y en montañas nevadas, y a los treinta y tres era el mayor conquistador que ha conocido la historia, emperador de dominios tan vastos como jamás se habían visto. Había recorrido más de 20.000 kilómetros y planeaba continuar hasta el fin del mundo. ¿Cómo sería la realidad actual si hubiera conseguido su sueño? Solo podemos imaginarlo, pero veintitrés siglos después sus hazañas todavía nos asombran.
A través de cartas, informes y otros documentos originales consultados en diversos archivos españoles y franceses, el libro analiza la relación de Albert Camus con la Guerra Civil y el exilio español en Francia, haciendo un exhaustivo recorrido desde sus comienzos como director teatral en Argel hasta su prematura muerte. Con un estilo que combina la indagación histórica, la crónica periodística y la reflexión filosófica se aborda la lealtad del autor francés con la causa de la República española patente en sus libros y su labor periodística, así como en su intensa participación en actos reivindicativos y de apoyo a la misma. Este compromiso le permite conocer a Pablo Picasso, Antonio Machado, María Casares, Pau Casals y otros artistas e intelectuales, a Salvador de Madariaga y Fernando Valera entre otros responsables políticos del Gobierno republicano, así como a representantes sindicales y a exiliados anónimos. Los orígenes españoles de Camus están muy presentes en este trabajo.
En 1932, la música, como las demás disciplinas artísticas, fue reducida a una única doctrina: la del realismo socialista. La finalidad del arte era servir al Estado. Los músicos tuvieron que someterse a la línea ideológica del partido. Algunos la sortearon como pudieron; otros, sin embargo, no se doblegaron, y sus obras fueron prohibidas, sus conciertos cancelados y ellos relegados al olvido. Eso sucedía en el mejor de los casos, porque en el peor se los destinaba a campos de trabajo en Siberia o simplemente eran ejecutados. Músicos de la altura de Dmitri Shostakóvich y Serguéi Prokófiev e intérpretes de fama internacional como Mstislav Rostropóvich, Sviatoslav Richter, David Oistrakh, Leonid Kogan y Mariya Yúdina fueron capaces de crear melodías sublimes en las circunstancias más hostiles y oscuras. Pero esa política represora no sólo se circunscribió a la música clásica. La Asociación Rusa de Músicos Proletarios (RAPM) se ocupó también de la música ligera. Era conocida la afición de Stalin por ese tipo de música, así que, en consecuencia, la represión fue menor que en la música y la literatura clásicas. Pero, con todo y con eso, los intérpretes no podían bajar la guardia.
Este libro no es una confesión ni una autobiografía. Aunque adopta la forma de un diario, trasciende lo íntimo. Escrito desde una perspectiva personal, busca ofrecer una visión cruda de la realidad. A través de reflexiones sobre diversas épocas, desde la Transición hasta la actualidad, retrata momentos clave marcados por guerras, cambios políticos, ilusiones perdidas y engaños. Se abordan temas como la evolución de los partidos, la transformación de la izquierda, el surgimiento de nuevos movimientos nacionalistas y los profundos cambios sociales y tecnológicos. Critica a la burguesía actual, descrita como oportunista e ignorante, y basada en una falsa progresía. Aunque no es un tratado experto, estas páginas del filósofo vivo más importante de nuestra historia reciente se sustentan en una rica experiencia de vida, marcada por el contacto con figuras relevantes, la defensa de la autodeterminación de Euskadi y la colaboración en medios.
El tema central de esta importante obra jungiana es la representación simbólica de la totalidad psíquica mediante el concepto del sí-mismo, cuyo equivalente histórico y tradicional es la figura de Cristo. Jung demuestra su tesis investigando las Allegoriae Christi, especialmente el simbolismo del pez y los símbolos gnósticos y alquímicos, que considera fenómenos de asimilación cultural. Los capítulos sobre el yo, la sombra y el animus y el ánima constituyen una valiosa integración de los conceptos claves del sistema junguiano.