Juan Eslava Galán, que nos deleitó con su ya mítica Historia de España contada para escépticos, nos sorprende ahora con una historia del mundo igualmente ágil y divertida, provocadora y didáctica, que entre sonrisas o francas carcajadas nos conducirá en breves y sustanciosos capítulos desde el Big Bang que provocó el origen d el universo hasta la globalización y las crisis de nuestros días. Un texto sin desperdicio en el que no falta su habitual estilo sarcástico y siempre provocativo, que despeja cuestiones tan «candentes» como por qué era irresistible Cleopatra o por qué Franco permaneció en el poder gracias a Stalin.
Un gran relato que nos descubre la apasionante historia de las civilizaciones que nos precedieron.
De Europa a Oriente Medio hasta las costas de China, la autora de este ambicioso volumen nos ofrece una mirada única a las vidas de los pueblos que han protagonizado la aventura de la humanidad. Así, más que un libro de historia, el lector tiene en sus manos una exquisita narración de los albores del ser humano.
Acompañado de varios mapas que nos proporcionan un claro sentido de la localización de los acontecimientos, así como de tablas cronológicas que nos permitirán adquirir una visión global del paso de los años y la interconexión entre culturas, Historia del mundo antiguo bebe de la literatura, de las tradiciones épicas, las cartas, los testimonios y los relatos orales para narrar la vida de los poderosos, pero también de los gobernados; de batallas, tratados y familias; en suma, de los grandes enclaves y las vidas humildes.
LA TRANSICIÓN DEL ANTIGUO RÉGIMEN A UN ESTADO MODERNO CIMENTADO EN UNA CONSTITUCIÓN.
Este periodo crucial supuso la transición de un Estado basado en el Antiguo Régimen a uno moderno, cimentado en una Constitución que definiera la soberanía, los derechos individuales y la separación de poderes, creando un marco armónico y aceptable para todas las familias políticas.
El proceso, sin embargo, no estuvo exento de complicaciones. La discrepancia en los medios para establecer este nuevo orden, ya fuera mediante la revolución o la reforma, y la dificultad de equilibrar la libertad como motor de progreso con la necesidad de un Estado fuerte, añadieron capas de complejidad. Jorge Vilches, con su claridad y rigor, nos ofrece una visión detallada de esta situación, revelando cómo emergieron dos campos bien definidos: los conservadores, que priorizaban el orden como condición indispensable para las libertades, abogando por reformas viables; y los liberales, que veneraban la revolución como herramienta para cambiar el país en nombre del pueblo, en detrimento de los elementos «reaccionarios», y que demandaban un gobierno revolucionario exclusivo.