Como sociedad, estamos olvidando que casi todos los sucesos extraordinarios que han tenido lugar en la historia los han llevado a cabo personas que creían en los valores judeocristianos y en el poder de la razón nacido en la Grecia clásica. Estas ideas pueden resumirse en dos nociones relacionadas. La primera, que todos los humanos están hechos a imagen de Dios y la segunda, que los humanos nacen con una capacidad de razonar que les permite explorar el mundo.
Esos valores, cuya historia relata de manera asombrosamente ágil y profunda este libro, permitieron el nacimiento de la ciencia, el sueño del progreso, los derechos humanos, la prosperidad, la paz y la belleza artística. Construyeron Occidente, derrotaron al nazismo y el comunismo, sacaron a miles de millones de personas de la pobreza y les proporcionaron un objetivo moral.
Sin embargo, hoy en día el sectarismo, el hedonismo, el progresismo, los gobiernos autoritarios de izquierdas, el feminismo y el materialismo científico están a punto de echar a perder los logros conseguidos.
No debemos permitirlo. El lado correcto de la historia es, al mismo tiempo, una explicación de los valores judeocristianos y la ley natural griega responsables de la grandeza de Occidente y la mejor defensa que se puede hacer de ellos.
Cada periodo histórico y cultural crea sus propios monstruos, dependiendo de los temores y valores que la sociedad va estableciendo y proclamando. La época victoriana, pródiga en seres monstruosos, constituye un momento en el que el sueño de la razón, impulsado por un avance tecnológico y científico sin precedentes, y sustentado por un vasto imperio de ultramar, produjo toda suerte de aprensiones, inquietudes, obsesiones y ansiedades que se plasmaron en la literatura y en el entorno circundante mediante monstruos ficticios e imaginarios... y tristemente reales, como es el caso de Jack el Destripador, producto de aquel tiempo y aquel momento. El primer asesino en serie «moderno» de la historia personifica y culmina de manera espeluznantemente real la monstruosidad que, de manera imaginaria, se venía forjando en las páginas de numerosos autores victorianos.
Ha habido muchos ladrones de arte a lo largo de la historia, pero ninguno como Stéphane Breitwieser. Él nunca robó por dinero, sino que sustraía solo aquellas piezas cuya belleza lo embelesaba, y exponía esos tesoros en un par de habitaciones secretas de su casa, donde podía admirarlos a su antojo. Nuestro ladrón tenía, además de una gran sensibilidad artística, una habilidad innata para burlar casi cualquier sistema de seguridad, y consiguió perpetrar un número asombroso de robos a plena luz del día, sin armas ni amenazas, mientras su novia distraía a los guardias de seguridad. Pero ese talento iba unido a un creciente desprecio por el riesgo y una necesidad adictiva de fijarse nuevos retos, ignorando las súplicas de su novia para que dejara de hacerlo, hasta que un último acto de arrogancia acabó con todo.
A lo largo de casi ocho años, Breitwieser recorrió museos y catedrales de toda Europa, donde robó más de trescientos objetos —entre ellos cuadros de Pieter Brueghel el Joven, Antoine Watteau o François Boucher— y llegó a acumular más de 1.400 millones de dólares en piezas de coleccionismo de primer nivel. En El ladrón de arte, un auténtico rompecabezas con giros que resultan casi increíbles, Michael Finkel explora con brillantez la emoción de los golpes que llevó a Breitwieser a seguir adelante y narra de manera genial la historia de este ávido coleccionista para quien los museos no eran más que prisiones donde el arte se encontraba recluido.
Comenzando en su ciudad natal de Nueva Orleans, Clint Smith nos guía en un inolvidable recorrido por monumentos y lugares emblemáticos que ofrecen una historia intergeneracional de cómo la esclavitud ha sido fundamental para dar forma a la historia colectiva de Estados Unidos y sus habitantes. La historia de la plantación de Monticello, en Virginia, la finca donde Thomas Jefferson escribió cartas en las que defendía la urgente necesidad de libertad mientras esclavizaba a más de cuatrocientas personas. La historia de la Plantación Whitney, una de las únicas antiguas plantaciones dedicadas a preservar la experiencia de las personas esclavizadas cuyas vidas y trabajo la sustentaron. La historia de Angola, una antigua plantación convertida en prisión de máxima seguridad en Luisiana que está llena de hombres negros que trabajan en los dieciocho mil acres de terreno prácticamente sin remuneración. Y la historia del cementerio de Blandford, lugar de descanso final de decenas de miles de soldados confederados. El legado de la esclavitud es una investigación profunda y una exploración conmovedora del legado de la esclavitud y su huella en siglos de historia de Estados Unidos.
Un libro pionero que explica cómo la historia de los imperios aún condiciona nuestras vidas y la política actual.
Por primera vez en milenios vivimos en un mundo sin imperios formales. Pero esto no significa que no sintamos su presencia reverberando a través de la historia. "El legado de los imperios" examina cómo esa herencia sigue latiendo tras los problemas más espinosos que hoy enfrentamos.
Desde las injerencias rusas en Ucrania hasta el Brexit, desde el “América primero” de Trump a las incursiones de China en África, desde la India de Modi hasta el avispero de Oriente Próximo, Samir Puri proporciona un marco nuevo y audaz para descifrar las complejas rivalidades que se dan entre las diversas potencias.
Estructurado por regiones geográficas y abordando temas tan vitales como la seguridad, las políticas interior y exterior o las transacciones comerciales, "El legado de los imperios" desgrana, en una apasionante combinación de historia y fino análisis, por qué la historia de los imperios nos afecta a todos de manera profunda e indeleble.
DESCUBRE E INTERPRETA LAS EMOCIONES A TRAVÉS DEL LENGUAJE CORPORAL.
No hay experiencia emocional sin experiencia corporal. El lenguaje del cuerpo expresa lo que sentimos y también nos transmite lo que sienten los demás. Por eso la imagen de un bebé sonriendo puede provocarnos una gran sonrisa, y una mirada triste de alguien con quien nos cruzamos por la calle puede despertarnos un sentimiento de melancolía o de ternura. Este libro te ayudará a ser más consciente de las emociones gracias a las señales corporales que puedes identificar: posturas, expresiones faciales, patrones respiratorios, gestos… Entenderás así la relación íntima entre el cuerpo y las emociones más intensas ―el miedo, la ira, la tristeza o la alegría―, y aprenderás a gestionarlas de forma práctica con ejercicios.
Comprender cómo interactúan la mente y el cuerpo es una necesidad imperativa para el bienestar humano. Al aprender a interpretar las señales corporales, abrimos una puerta hacia una vida más plena y saludable y haCIa una conexión más profunda con nosotros mismos y con los demás.