La epidemia de suicidios que barrió Alemania al caer el nazismo.
En 1945, el Tercer Reich cayó y Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín. Pero no fue el único que decidió acabar con su vida. Con la caída del régimen nazi, miles de alemanes de a pie se ahorcaron, pegaron un tiro, envenenaron o ahogaron, siguiendo al Führer a la muerte. Muchas de estas muertes fueron provocadas por el terror ante el avance de las tropas soviéticas o por los sentimientos de culpa, pero, como sucede a menudo, la explicación no es tan sencilla.
Florian Huber explora con maestría el porqué de este terrible fenómeno. Alemania no ha sido el único país en perder una guerra, pero en ningún otro lugar
se respondió de manera tan cataclísmica. Otros países, como Japón, tenían una cultura del suicidio por honor, pero no así Alemania. ¿Qué llevó, pues, a familias enteras a acabar con sus vidas, incluso a matar a los niños y bebés?
El libro en el que se basa la nueva película de Christopher Nolan protagonizada por Cillian Murphy.
La biografía definitiva de Oppenheimer, el padre de la bomba atómica y una de las figuras más emblemáticas del siglo XX.
Premio Pulitzer 2006National Book Critics Circle Award 2005Duff Cooper Prize 2008
El 16 de julio de 1945, en el desierto de Nuevo Mexico, se detonaba en secreto la primera bomba atómica. Impactado por el poder destructivo de su creación, J. Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan, se comprometería desde entonces a luchar contra el desarrollo de la bomba de hidrógeno y contra la guerra nuclear. Sospechoso de comunista para los Estados Unidos de la era McCarthy, fue perseguido por el FBI, calumniado como espía de la Unión Sovietica y obligado a dimitir de cualquier función pública. Su vida privada fue arrastrada del mismo modo hacia el esperpento; su casa fue allanada con micrófonos ocultos, y su telefono, intervenido.
ESTUDIO INTRODUCTORIO DE JESÚS CASQUETE En 1936 el Instituto de investigación social dirigido por Max Horkheimer encargó a Siegfried Kracauer un estudio sobre la propaganda en los movimientos y regímenes totalitarios para ser publicado en las páginas de su revista. Redactado entre 1937 y 1938 durante su exilio en París, puesto que su condición de judío e izquierdista le obligó a huir del nacionalsocialismo, y de una extensión considerablemente superior a la acordada en primera instancia, el trabajo de Kracauer nunca llegó a ver la luz en vida de su autor. Una laboriosa reconstrucción del manuscrito original a cargo del profesor Bernd Stiegler y de su equipo de colaboradores hizo posible en 2013 la publicación en Alemania de la obra que sirve de base a la presente edición, que incluye los siguientes materiales: 1) Una introducción a cargo de Jesús Casquete; 2) El trabajo original de Kracauer; 3) El informe sobre el original y un “resumen” del trabajo, ambos de Theodor W. Adorno, y; 4) Un epílogo de Bernd Stiegler. El libro de Kracauer sobre la propaganda totalitaria es un sagaz y valioso documento que sirve para mejor entender el fenómeno totalitario en el periodo de entreguerras, en particular el nacionalsocialismo, pero también para identificar los hilos conductores de la práctica comunicativa de los nacionalpopulismos de nuestros días. Siegfried Kracauer (Fráncfort del Meno, 1899 – Nueva York, 1966) fue un polifacético intelectual y crítico social y cultural que se vio obligado a huir de la Alemania nazi en 1933. Durante la República de Weimar se hizo merecedor de un considerable prestigio en su condición de responsable de la sección cultural del periódico Frankfurter Zeitung, el más influyente del país. Durante su exilio en Francia (1933-1941) trabajó por encargo del Instituto de Investigación Social, dirigido por Max Horkheimer, en el manuscrito de Propaganda totalitaria, nunca publicado en vida de su autor. Este trabajo resulta imprescindible para mejor comprender sus estudios clásicos sobre cine de la etapa norteamericana a partir de 1941, en particular De Caligari a Hitler (1947). La presente edición es la primera en castellano. Jesús Casquete es profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad del País Vasco. Es autor de Nazis a pie de calle. Una historia de las SA en la República de Weimar (Alianza, 2017) y de El culto a los mártires nazis. Alemania, 1920-1939 (Alianza, 2020). Ha sido becario de la Fundación Alexander von Humboldt, y es fellow en el Centro de Estudios sobre Antisemitismo (ZfA) en la Technische Universität de Berlín.
Apenas somos conscientes de cómo la reforma protestante ha influido en nuestras vidas. Tras el atormentado antihéroe de las películas americanas, la autoimposición de la felicidad como un deber absoluto, la necesidad imperiosa de un triunfo profesional o las angustias de la soledad y el individualismo que nos abaten, podemos descubrir los ecos de una nueva antropología que trajo la Reforma protestante. La eclosión espiritual que implicó, llevó a innumerables grupos y congregaciones a buscar la pureza espiritual pero reflejada una moral y control público que hoy nos asustaría. En ciudades como la Ginebra de Calvino se prohibieron los juegos, se cerraron las tascas e incluso se impidió celebrar la Navidad. No fue extraño que, en países como Inglaterra, y en determinadas sectas, se llegara a reglamentar el número de platos permitidos o prohibir postres y dulces. Buena parte del protestantismo vivió bajo el terror del inminente fin del mundo. Isaac Newton fue uno, entre muchos, de los que escudriñó el Apocalipsis para profetizar la fecha exacta del esperado acontecimiento. Por su parte, los Wasp (Whites, Anglosaxons and Protestantes), quisieron configurar una América racial donde otras razas y religiones no tendrían cabida. Y en los lands alemanes, donde dominaba el protestantismo, es donde el partido Nazi consiguió obtener su mayor apoyo. La mujer, en el mundo protestante, creyó que podía encontrar su liberación, pero a la postre se vio sumergida en un mundo donde la sospecha recayó sistemáticamente sobre ella, convirtiéndose en una potencial bruja o adúltera. En paralelo, en la Alemania luterana estallaron como nunca las persecuciones contra los judíos o en América se recluían los Amish huidos de Europa, deteniéndose para ellos el tiempo. Este libro invita al lector a un apasionante recorrido a través de estos acontecimientos que dejaron una marca perdurable en el mundo contemporáneo.
En este manual se describe un protocolo de intervención para familias denominado El bosque de la parentalidad. El protocolo se ha desarrollado y validado, en contextos comunitarios, a través de diferentes estudios científicos que lo avalan como un tratamiento basado en la evidencia. Este programa de intervención en familias, para fomentar las habilidades y competencias de regulación emocional y la flexibilidad psicológica, se asienta en estrategias propias de las terapias contextuales, especialmente la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). En la primera parte del manual se desarrolla una breve fundamentación teórica del protocolo con una descripción de la metodología y aspectos claves para la implementación del programa. En la segunda parte, se detalla el contenido de las ocho sesiones de intervención e incluye, entre los ejercicios propuestos, material de trabajo y contenido audiovisual que necesitará el profesional en la implementación del programa. Se ha demostrado que el protocolo es muy útil para ayudar a las familias a reducir su estrés en relación con la parentalidad, a una mejor regulación emocional en situaciones de crianza y/o educación que son difíciles de manejar y a lograr un estilo de respuesta flexible ante el malestar emocional a través de la aceptación y el estar presente en las interacciones con sus hijos e hijas. La intervención preventiva y temprana en las familias, como la que se describe en este manual, tendrá efectos positivos y de protección a lo largo de la infancia y la adolescencia.
Mientras se encuentra inmersa en la escritura del prólogo para una antología de artículos sobre Marcel Proust, Laure Murat topa con una escena de Downton Abbey en la que un mayordomo pone la mesa midiendo la distancia entre cubiertos con ayuda de una regla. Esta diminuta ceremonia, ejecutada con solemnidad sacramental, evoca en Murat, desde lo más recóndito de su memoria, una figura arcaica: las puras «formas vacías» que rigen el entorno aristocrático; el principio sobre el que se equilibra toda una casta, su casta. Porque lo que Murat reconoce en esa atención a las cosas inútiles es, a su pesar, una parte de sí misma, descendiente al mismo tiempo de los Luynes y de los Murat, dos célebres y centenarias dinastías francesas.
A raíz de esta pequeña epifanía, y guiada por la fascinación que despertó en su juventud la lectura de En busca del tiempo perdido, acabará emprendiendo una revisión de su propio y muy proustiano pasado que la llevará, a su vez, a explorar la vida y obra de Proust a través de una historia y un París que no le son nada ajenos: dos universos vinculados sin solución de continuidad, pues «el mundo pasado en el que crecí seguía siendo el de Proust, que había conocido a mis bisabuelos, cuyos nombres aparecen en su novela».
Un relato épico del humanismo y sus representantes, y una encendida reivindicación de la libertad de pensamiento.
«Hombre soy, y nada humano me es ajeno», sentenció Terencio. Sarah Bakewell se inspira en la famosa máxima del comediógrafo latino, para trazar una deslumbrante historia del pensamiento humanista, que al final se convierte casi en toda la historia de la humanidad: desde los griegos pasando por el Renacimiento italiano, la Ilustración francesa, los pensadores de la Segunda Guerra Mundial, hasta llegar a nuestros días, la desalentadora época del transhumanismo y la IA. Con un tono ágil, un sinfín de anécdotas, mucho ritmo y enorme erudición, nuestra autora reivindica el pensamiento basado en la cultura, la avidez por la sabiduría que late en los libros, el vínculo entre iguales, pero también en la felicidad, lo secular, la educación y la convivencia. Un extraordinario compendio de las virtudes humanistas al alcance de todo el mundo.
La invasión rusa de Ucrania, en la madrugada del 24 de febrero de 2022, trajo al mundo el inquietante recuerdo del estallido de la Primera Guerra Mundial de 1914. Al igual que cien años antes, el peligro inminente de una conflagración había estado a la vista de todos. En la ciudad polaca de Przemyśl, situada justo al otro lado de la frontera ucraniana, los ecos de 1914 resonaron con una fuerza ensordecedora. Al comienzo de la Gran Guerra, cuando el ejército del zar Nicolás II marchó hacia el oeste y parecía a punto de invadir la Europa central, fue a Przemyśl, una vetusta ciudad-fortaleza del Imperio austrohúngaro, adonde escaparon oleadas de refugiados en busca de un lugar seguro. Y fue Przemyśl, ciudad multiétnica habitada por polacos, ucranianos y judíos, quien desafiaría el sueño zarista de crear una “Gran Rusia” hasta los Cárpatos. Allí se libraría una de las batallas decisivas de la Gran Guerra, un encarnizado y despiadado asedio que frenó en seco la feroz acometida rusa contra las Potencias Centrales que hubiera cambiado el sino de la guerra. Una desgarradora historia que, a pesar de su capital relevancia, permanece casi desconocida en Occidente.