La Inquisición española fue una mezcla de agencia de espionaje, unidad de asuntos internos y fuerza de orden público que, aunque tuviera como objetivo prioritario la persecución de delitos religiosos, acabó convirtiéndose –y esta es una de las sorpresas mayúsculas de este libro– en un brazo «político» de la monarquía hispánica, realizando una labor de vigilancia global, con intervenciones quirúrgicas.
El uso exhaustivo de fuentes desdeñadas hasta la fecha nos permite adentrarnos en las fascinantes biografías de moriscos, luteranos, espías, filibusteros, judaizantes o falsos religiosos que pululan en el inmenso espacio del imperio español: de Flandes a Italia, del Mediterráneo al Atlántico y, por supuesto, América.
Ferran Sáez Mateu traza un recorrido desde la solitaria torre de Montaigne en el siglo XVI hasta la actualidad, marcada por tecnologías que nos fascinan aunque siempre exigen algo a cambio. La intimidad es un lugar de la conciencia, un territorio de libertad; lejos está de ser una forma de recogimiento, o incluso de aislamiento. Por ese motivo, privacidad e intimidad son cosas muy distintas. «Privatus» no alude a lo que somos, sino a lo que tenemos y a cómo lo demarcamos; «intimus», en cambio, refiere a «lo que está más adentro», lo más profundo, es decir, el último límite. El territorio de la intimidad, la penumbra del espíritu, propicia el surgimiento de la Modernidad. Aparece primero en la «pintura del yo» que Montaigne delineó con sus «Ensayos», a la vez que fundaba este género literario, y se consolida filosóficamente casi un siglo más tarde, con el hallazgo del «cogito» cartesiano. Esos dos espacios extremos de intimidad son los que nos hicieron verdaderamente modernos. Ferran Sáez Mateu traza un recorrido desde la solitaria torre de Montaigne en el siglo XVI hasta la actualidad, marcada por tecnologías que nos fascinan aunque siempre exigen algo a cambio. En el camino asistimos a la renuncia dócil a nuestra privacidad, y a su corolario más preocupante: el potencial olvido y la pérdida de la intimidad.
El judaísmo fue el primero en confesar la existencia de un único Dios que era, al mismo tiempo, dios de Israel y dios del universo. Esta idea de un dios único fue asumida después por el cristianismo y el islam. Sin embargo, si miramos más de cerca la Biblia judía y la Biblia cristiana, así como el Corán, encontramos textos que admiten la existencia de otros dioses.
¿Cómo ese dios de Israel, entre una pluralidad de divinidades, llegó a ser Dios? Tal es el enigma que esta inmersión en las fuentes del monoteísmo busca esclarecer, recorriendo a lo largo de un milenio las etapas de su «invención». ¿De dónde viene este dios? ¿Cuáles eran sus atributos y su nombre? ¿Cómo era venerado? ¿Por qué las otras divinidades desaparecieron?
A la luz de la crítica histórica, filológica y exegética, y de los más recientes descubrimientos de la arqueología y la epigrafía, Römer ofrece las respuestas de una investigación apasionante, siguiendo las huellas de una divinidad de la tormenta y de la guerra erigido, tras su «victoria» sobre sus rivales, en dios único, universal y trascendente.
En tiempos del emperador Tiberio, un judío que predicaba la llegada del reino de Dios fue crucificado en Jerusalén por orden del prefecto romano Poncio Pilato. Este fue el inicio de un proceso que acabaría presentando a Jesús como un ser divino. Que esta glorificación prosiga hasta hoy exige del pensamiento crítico un exhaustivo ejercicio de examen y estudio. ¿Cabe distinguir la realidad del relato heredado? ¿Tienen algo en común el Cristo de la tradición y el Jesús que la investigación histórica desvela? ¿Cómo se explica la divinización del personaje en la cuenca mediterránea del siglo I? ¿Es posible hallar un sentido a la proliferación de obras sobre el «Jesús histórico»?Tras una extensa investigación que goza de difusión e impacto internacionales, Fernando Bermejo Rubio responde de modo iluminador a todas estas cuestiones. En La invención de Jesús de Nazaret, el historiador de las religiones hace inteligible tanto la figura de Jesús como la construcción cultural que subyace al Cristo de la fe.
¿El cerebro adolescente? Ante esta pregunta es habitual oír frases divertidas o sarcásticas: «¿Y los adolescentes tienen cerebro? ». Por alguna extraña razón está aceptado socialmente burlarse de las personas en esta etapa de la vida, cuando se producen cambios en la estructura y la función cerebral que nos permiten entender los comportamientos que solemos relacionar con la adolescencia, como las conductas arriesgadas, el deseo de vivir nuevas experiencias, la influencia del grupo o la dependencia de las amistades.
A la muerte de Marx, el 14 de marzo de 1883, el marxismo no existía. Circulaba sin duda alguna mala copia del viejo Manifiesto comunista y se había reimpreso el primer volumen de El Capital. Había también una traducción francesa de ese primer tomo, además de diversos textos breves, folletos y panfletos: el análisis de la Comuna de 1871, el discurso en el Congreso de La Haya de la Internacional. ¿Cómo entonces se produjo esta identificación entre socialdemocracia y movimiento obrero? En este libro, Montserrat Galcerán realiza una investigación histórica sobre la formación del marxismo a partir de su portador, el movimiento obrero. La autora rastrea los principales acontecimientos en cuyas interpretaciones se fraguó esta doctrina: las discusiones y publicaciones de la época, las tomas de posición político-teórica del movimiento obrero y especialmente de su organización paradigmática, la socialdemocracia alemana de finales de siglo XIX. Bajo esta perspectiva, el marxismo aparece no tanto como la aplicación práctica de las tesis de Marx, que como una lectura e interpretación específica de las mismas en el marco de la socialdemocracia. El marxismo fue sencillamente una invención funcional a un contexto donde las expectativas revolucionarias del propio Marx habían dejado de operar.