Hoy en día debería estar claro que, frente a la desinformación y los desastres, no podemos forjar un futuro mejor solo a base de respuestas sensacionalistas y polémicas, trucos cotidianos o memes. Pero ¿cómo responder entonces a los desafíos actuales? En Cómo pensar como un filósofo, Julian Baggini recurre al estudio de la razón misma en busca de soluciones prácticas para esta pregunta basándose en las enseñanzas de nuestros más eminentes filósofos pasados y presentes.
Baggini ofrece doce principios clave para una aproximación más compasiva, equilibrada y racional al pensamiento: presta atención; cuestiónatelo todo (incluidas tus preguntas); cuida tus pasos; sigue los hechos; cuida tu lenguaje; sé ecléctico; sé psicólogo; reconoce lo que importa; pierde tu ego; piensa por ti mismo, no en solitario; conecta y no te rindas. Cada capítulo está repleto de ejemplos del mundo real que muestran estos principios en acción (desde el descubrimiento de la penicilina hasta la lucha por los derechos de las personas transgénero) y cómo conducen a conclusiones más meditadas.
Más que un libro de consejos prácticos (o formas de ser insufriblemente ingenioso en las fiestas), Cómo pensar como un filósofo es una invitación a desarrollar los hábitos del buen pensar que nuestro mundo necesita con urgencia.
Un joven pianista de Chicago se alista a las Brigadas Internacionales y viaja a la España de la Guerra Civil en lucha contra el fascismo, donde perderá el brazo derecho. De regreso a los Estados Unidos, el suyo será un relato de superación que lo convertirá en una leyenda de la bohemia artística de Chicago, en un storyteller prodigioso y en un pionero de la contracultura, que nos contará, como si de un libro de caballerías se tratase, la historia norteamericana de la segunda mitad del siglo XX.
«Fue un superviviente que se aferró a la vida. Una lección ambulante de resistencia y de superación sonriente. Un perdedor entre perdedores al que nada termino´ de salir bien, pero del que todos se encariñaban. Un idealista a quien la vida maltrato´ con saña, obligado a descubrir demasiado pronto que la vida «iba en serio» y que, pese a ello, se obstino´ en vivirla hasta no poder más. Sin resentimiento. Mentor espiritual y gurú salvador para muchos, aunque él no supiera redimirse, como los buenos mesías. Un hombre esencialmente libre y de una cierta candidez. Un buen tipo. Un amor. Un idealista iluso. Un maestro of the streets. El pianista de un solo brazo. Aquel pecador tan agradable. El rey de los callejones».
Un revelador manifiesto que nos ayudará a desarrollar una comprensión propia del siglo XXI acerca de la evolución y la variación humanas y que, además, nos armará contra el racismo científico
La raza es real porque la percibimos; el racismo es real porque lo practicamos. Cada vez se recurre más a la ciencia para reforzar las ideologías racistas y cada vez se emplea más en el discurso público sobre medidas políticas, migración, educación, deporte e inteligencia. Pero quienes se muestran abiertamente racistas no son los únicos que difunden estereotipos y mitos sobre la raza: también proceden de personas bienintencionadas cuyas experiencias y bagaje cultural las dirigen hacia posiciones que carecen del respaldo del estudio moderno de la genética humana. Incluso algunos científicos se sienten incómodos cuando se trata de expresar opiniones surgidas de sus investigaciones en relación con la raza. Sin embargo, si las entendemos correctamente, la ciencia y la historia pueden convertirse en poderosas aliadas contra el racismo al mostrar la imagen más clara de cómo son realmente las personas, en lugar de cómo son según nuestros juicios.
Conservar los recuerdos es conservar lo que ha dado sentido a nuestra existencia, pero, a veces, por una enfermedad como el Alzheimer o por algún trauma psíquico o físico, notamos que nuestros recuerdos se desvanecen y que aquello que tanto queríamos se nos hace ajeno. Si hacemos un rápido paseo por nuestro pasado, veremos que los recuerdos que se mantienen más vivos en nosotros son aquellos que estuvieron vestidos, para bien o para mal, con buenas dosis de sensaciones, bien sea por emociones o por que la circunstancia era más de sentir que de pensar. El autor nos invita a jugar con una serie de sensojuegos que nos ayudarán a vestir con sensaciones todas nuestras experiencias pasadas y presentes, con el fin de que nuestro cerebro refuerce el archivo de cada vivencia con dichas sensaciones y así su recuerdo se mantenga más vivo en el tiempo. Los sensojuegos están ordenados para que estimulen y vistan con sensaciones todos nuestros niveles de relación: los que tenemos con nosotros mismos, los que mantenemos con los demás y los que nos refleja y expresa nuestro entorno natural.
Una ola de descontento recorre el mundo, y cada vez menos personas se sienten verdaderamente felices. Las encuestas revelan un aumento constante de la insatisfacción, el estrés y la depresión a nivel global. ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué los niveles de infelicidad alcanzan récords preocupantes? ¿Cuáles son las últimas innovaciones de países, empresas, escuelas y la ciencia para revertir esta tendencia y aumentar la felicidad?
Andrés Oppenheimer explora este fenómeno global y ofrece nuevas perspectivas para salir del pozo de la insatisfacción. A través de una exhaustiva investigación en diversos países, concluye que el crecimiento económico -el parámetro que usamos para medir el progreso- es necesario, pero no suficiente para aumentar la felicidad.
Dios conoce nuestras limitaciones, por eso ha enviado Su Santo Espíritu a vivir en nuestros corazones. Sabe de todas nuestras batallas, por eso ha puesto dentro de nosotros al mismo que resucitó a Jesús de los muertos, para que podamos ganarlas. Sin la ayuda del Espíritu, habrá situaciones que no seremos capaces de enfrentar, retos y desafíos que no podremos superar y un nivel de efectividad que no llegaremos a revelar. Pero teniendo una amistad íntima y profunda con el Espíritu Santo, somos impartidos de un nivel de fuerza, poder, gracia y sabiduría que de ningún otro modo pudiésemos llegar a obtener, porque el único modo de recibirlo es con la ayuda y el respaldo que solo el Espíritu Santo, puede otorgarnos.