Exiliado en Inglaterra entre 1939 y 1957, año en el que murió, Barea explora en estas páginas las raíces ideológicas del franquismo, lamenta que democracias como la británica dejaran sola a la República española durante la Guerra Civil con la excusa de la «no intervención», defiende la destitución del dictador y explica su visión de lo que debería ser una España democrática.
Dos textos necesarios para entender el posicionamiento intelectual de un autor español que ha marcado nuestra literatura.
La ecoansiedad domina nuestra época. Cada nuevo informe sobre el cambio climático refuerza un terror que nos paraliza, pero este fatalismo apocalíptico no se corresponde con los mejores análisis de nuestra situación. Es también un síntoma de un ecologismo desorientado. Durante el siglo xxi podemos detener el cambio climático, reintegrarnos dentro de los límites de nuestro planeta y asegurar una vida digna para el conjunto de la humanidad. Aún está a nuestro alcance una transición ecológica que sea justa, y que no solo preserve los logros emancipadores de los últimos siglos, sino que los expanda.
Definir el «progreso» es reivindicar el futuro.
Slavoj Žižek, uno de los pensadores más influyentes y controvertidos de la contemporaneidad, nos presenta una serie de reflexiones en las que interroga las visiones antagónicas que conforman los horizontes de la posibilidad humana para que nos planteemos cuestiones como ¿puede mejorar la situación actual, aunque nunca haya estado peor?, ¿cómo sería un mundo mejor? o ¿cómo podemos avanzar en medio de una crisis ecológica, social y política sin precedentes cuando, además, nos asedian constantemente los catastrofistas, los decrecentistas y los relativismos desorientadores?
Alfonso Berardinelli, agitador cultural e indómito relator de la realidad social de nuestro tiempo, afila su pluma para desvelar el engaño de la política de masas y la degradación de Europa, cuya cultura se desvanece entre el ruido de los rumores y las fake news que mueven el mundo. Italia es el embrión de esta Europa ahogada por un pensamiento único.
«Si no queremos ser tratados como robots lo mejor es que dejemos de comportarnos como robots», nos dice Albert Lladó. La mecanización de nuestro presente afecta a la burocratización de la vida y provoca profundos cambios cognitivos, aún difíciles de vislumbrar. Pero ni la tecnofobia ni el catastrofismo nos van a ayudar a experimentar el asombro y el deseo.
A través del arte de la pregunta, origen de la filosofía, la narrativa o el teatro, Lladó nos anima a desvelar el mundo más allá de los simulacros de última hora. Si ante la actualidad sólo reaccionamos desde la indiferencia o la resignación, renunciamos a nuestro presente, siempre actualizable, siempre vivo, siempre problemático.
«La realidad no necesita realismo», advierte el autor. Atender lo que tienen de potencia los hechos, los gestos y las palabras es tomar consciencia de que nuestro mundo se constituye a través de un juego de relaciones, de vínculos abiertos, y de que, con nuestra capacidad de escuchar el silencio y sus sombras, podemos participar de eso a lo que llamamos presente.
«Intercesor, más que intermediario, el maestro nunca deja de sentirse inferior a su misión. Tantas noches en vela, tantas oraciones, tantas promesas, tantas llamadas… y el Mesías sigue sin venir. Tantos sufrimientos, tantas pruebas… y el cielo sigue cerrado. Ni siquiera entonces la Shejiná se digna abandonar su destierro». También el pueblo judío, en un exilio que ya dura siglos, ¿logrará librarse de la tentación de la tristeza y del dulce hechizo de la resignación?
Contra la melancolía recoge algunas de las conmovedoras historias de nueve rabinos tan singulares como Pinjás de Koretz, Baruj de Medzebozh o el Vidente de Lublin. A través de sus relatos, Elie Wiesel invita a descubrir el misterioso nacimiento de la esperanza en el pueblo judío cuando, paradójicamente, las circunstancias históricas invitan a sumirse en el abandono y la desesperanza. Cada maestro utiliza su mejor cualidad contra esta melancolía mortal: la compasión, el fervor, la cólera, el silencio, la risa…
Pero ¿será suficiente? Bastará con esperar apenas un siglo, cuando este mismo pueblo sea reunido en los campos de concentración, para conocer parte de la respuesta.