¿Preparado para experimentar la magia del espejo? No, no hace falta un espejo mágico. Louise Hay, el gran icono del crecimiento personal y la espiritualidad, llega con un nuevo libro dedicado íntegramente al método más eficaz para amarse en cuerpo y alma: el trabajo con el espejo. Trabajar con el espejo es tan sencillo como mirarse a los ojos y pronunciar las afirmaciones que la autora propone día a día. Cuando llevamos a cabo este ejercicio, suceden cosas extraordinarias: empezamos a conectar con nuestros verdaderos sentimientos, las críticas internas se acallan, los diálogos interiores negativos se transforman en ideas positivas y constructivas que nos ponen en sintonía con el universo. Nuestra propia perfección sale a la luz. Es ahí, en tu propio reflejo, donde encontrarás la magia que necesitas para conocer el amor, el éxito y la felicidad que emana del verdadero amor a uno mismo.
El doctor Robert Lanza propone en este libro una perspectiva nueva: nuestras actuales teorías del mundo físico no funcionan, y no será posible hacerlas funcionar mientras no tomen en consideración la vida y la conciencia. Sugiere que la vida y la conciencia son absolutamente fundamentales para poder comprender el universo, en lugar de tratarse de una consecuencia tardía y secundaria, manifestada al cabo de miles de millones de años de procesos físicos inertes. Y esta nueva perspectiva es lo que él llama Biocentrismo. Es una perspectiva ciertamente revolucionaria, aunque fuera adoptada por eminentes pensadores de todos los tiempos, desde Herácli-to hasta Nisargadatta, pasando por Ralph Waldo Emerson y Thoreau.
Había llegado al límite de su resistencia. Se encontraba en ese momento en que el dolor-el peor dolor, el que produce la soledad de espíritu- amenazaba con desbordar y convertirse en la más insondable desesperación. ¿Qué mejor prueba podía tener de la inexistencia de Dios que su insensato sufrimiento? Aunque si existiera y fuese Dios de bondad, ¿no podría, en su soledad, reclamarle como interlocutor? Este último gesto de esperanza obró el milagro.