Rainer Maria Rilke está considerado uno de los poetas más importantes de la literatura universal. Apasionado y enamoradizo, su vida estuvo marcada por su insaciable búsqueda de la belleza. Quiso vivir por y para el arte, y fiel a esa máxima se convirtió en un viajero incansable que visitó España, Egipto o el norte de África acumulando experiencias que alimentaban su producción artística. Además de su obra lírica, también su correspondencia ha sido ampliamente difundida. Entre todas sus cartas destacan estas diez, publicadas poco después de su muerte, que escribió a Franz Xaver Kappus, un joven cadete aspirante a poeta que asiste a la misma escuela militar en la que años atrás se formó Rilke. En ellas, Rilke trata temas como la creación artística, la juventud, la soledad, el amor o la belleza. Un compendio conmovedor que invita a reflexionar.
Theo Van Gogh es un hombre «sin talento» que cifra su existencia en el amor que profesa al arte y a su hermano Vincent, el artista de la familia, a quien envía dinero y cartas llenas de melancolía. Esta correspondencia hasta ahora inédita, rigurosamente inventada por Julio César Pérez, juega de manera especular con las cartas reales de Vincent a Theo, se interrumpe poco antes de la muerte de ambos y no recoge ninguno de los acontecimientos que marcaron la vida del «loco pelirrojo». Habla, más bien, de las esperanzas y los miedos del menos conocido de los hermanos, del París de los impresionistas, del sentido profundo del arte.
En estas páginas hay sombra, hay muerte y tragedia, pero por encima de todo está la búsqueda, a veces infructuosa, de la belleza. Eso que Julio César Pérez persigue con una libertad insolente.