En estos poemas del Bukowski más maduro, se aprecian momentos de quietud insólita, instantes de contemplación abismada que transforman lo trivial en mágico. Pero si hay algo que destaca es la tenacidad incesante, el tesón de un autor que no ve otra manera de seguir adelante que abordar el siguiente verso como si fuera el primero, el más importante, el definitivo. Lo que queda a la postre es un poeta en su plenitud, poseedor de una sabiduría que lo lleva a la compasión. No faltan aquí las provocaciones y los exabruptos que lo llevan a reconocer que no sabría qué hacer si le arrebataran la locura de la que se nutre, o a achacar su éxito perenne en Europa a «traductores geniales de la hostia». Pero también hay en estas páginas magníficos retratos de los inadaptados de su entorno, desde el padre maltratador hasta las mujeres que le partieron el alma, pasando por los profesores que tan poco le enseñaron, los imitadores, los fanáticos faltos de imaginación, los «muertos en vida»…
El ir y volver de los pájaros, las penas y risas de la vida a los setenta años, la renuncia a la pareja, las conversaciones con sus hermanas en pleno encierro, los cambios sociales de un país y un mundo enardecidos, los amigos que mueren, la feliz dedicación a un nieto, las relaciones entre los perros del campo donde vive, la deslumbrada lectura de los clásicos. Marcela Serrano se dio a la tarea, durante tres años consecutivos, de consignar en cuadernos, a mano, algún hecho de cada día. Entre la fragilidad y el goce, observó su propia vida y lo que ocurría en su entorno, donde encontró tantas o más aventuras que en la ficción. Asignándole a cada cuaderno un foco -delicias cotidianas para el primer año, asombros para el segundo y la luminosidad del sol para el tercero-, Serrano renueva sorprendentemente con A vuelo de pájaro las formas de su escritura, al tiempo que expone las derivas de una mujer que en la madurez se piensa a sí misma con arrojo y curiosidad.
El diario ir y volver de los pájaros, las relaciones entre sus perros y los distintos animales del campo en que vive, los colores de las estaciones, las conversaciones con sus hermanas en pleno encierro, las penas y risas de la vida a los 70 años, los cambios sociales de un país y un mundo enardecidos, los horrores que traen los noticieros, la dedicación amorosa a un primer nieto, las lecturas de clásicos como Ovidio y de contemporáneas como Toni Morrison que la deslumbran y estimulan.
Marcela Serrano se dio a la tarea, durante tres años consecutivos, de consignar algún detalle de cada día de su vida. Entre 2020 y 2022 dejó de lado la invención de historias y personajes para observar su propia vida y lo que ocurría en su entorno inmediato.