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CORRESPONDENCIA (1866-1876)

George Sand y Gustave Flaubert se vieron por primera vez el 30 de abril de 1857. Fue en el foyer del teatro del Odéon de París: un apretón de manos y, posiblemente, unas palabras corteses sellaron el encuentro. A ese encuentro siguieron, en septiembre del mismo año, unas páginas en el Courier de Paris que declaraban públicamente la admiración de Sand por Madame Bovary. Y muy poco más, en esos años: apenas un encuentro documentado, en 1859, en el cuarto piso del nº 2 de la rue Racine, vivienda parisina de Sand en ese tiempo. Hasta ese momento, cualquiera -y, para empezar, los dos protagonistas mismos- podría pensar que la relación entre ambos era de carácter literario, en cualquier caso social, cortés y nada personal o íntima. Tras leer las cartas que se intercambiarían en los trece años siguientes descubrimos que la realidad fue después casi la inversa: Sand y Flaubert casi nunca coincidieron en lo literario, pero sus sentimientos no dejaron de acercarlos.
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CORRESPONDENCIA INEDITA

La correspondencia cruzada entre la novelista Carmen Laforet y el crítico de la cultura Emilio Sanz de Soto confirma que Laforet, pese a su mutismo publicitario, no renunció hasta el final a su ejecutoria de escritora, y recupera parte del tejido de la memoria de Sanz de Soto, tan carente de registros en letra impresa. La libertad fue la meta vital de ambos y la dificultad de encontrarla en la España de su época, el argumento central de sus respectivas biografías. Odiaban ser dirigidos y dirigir, y les gustó relacionarse con gente libre. Eran dos seres dotados de narración. Creían en la aristocracia de los sensibles, de los considerados, de los valerosos. Todo lo humano les parecía comprensible, sin etiquetas, sin el poder reductor de esencialismos identitarios. Este epistolario es también la historia de «una amistad amorosa», un concepto y una experiencia de difícil absorción en la cultura española, pero que continuamente estuvo en boca y en vida de Emilio Sanz de Soto y Carmen Laforet. La lectura de estas cartas está presidida por una perentoria necesidad de diálogo que nos remite al hermoso ensayo de Virginia Woolf, The Humane Art, en el que concibe el género epistolar como el arte más humano, al hundir sus raíces en «el amor a los amigos». Estas cartas inéditas son las que cubren un mayor lapso de toda la correspondencia de Carmen Laforet (desde diciembre de 1958 a agosto de 1987) y contribuyen a un mejor conocimiento de la escritora de Nada y de las «memorias literarias vivas» de un testigo excepcional de la cultura española del medio siglo: Emilio Sanz de Soto.
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CORRIENTES SUBTERRANEAS. HISTORIA DE B.

Una mañana, un gran charco en el suelo de la cocina, sigiloso e inesperado, marca el comienzo de una vida cotidiana de cubos y barreños: algo incontenible de pronto se ha desbordado sin remedio en casa de Kirsty Bell. Sin duda, un reflejo de la quiebra, del hogar roto. Ahora bien, esa agua que fluye también da cuenta de la tumultuosa historia del edificio en el que se encuentra su piso, un majestuoso inmueble del siglo xix a orillas del canal Landwehr de Berlín, asentado en el Oeste pero mirando hacia el Este, en un terreno inscrito indeleblemente en el trauma, en el centro de grandes metamorfosis históricas y de pequeños cambios domésticos. Las apremiantes goteras y filtraciones que acechan su vida familiar desaguan, metafóricamente, en el canal que hay frente a su casa y en la ciénaga sobre la que se erigió la capital alemana. Cuando su matrimonio se viene abajo, Bell se obsesiona con la historia de su vivienda y de Berlín, su ciudad adoptiva y ciudad natal de sus hijos. Tomando el panorama desde su ventana como punto de partida, recurre, como si de una tabla de salvación se tratara, a la vida de los diversos habitantes del edificio, a los textos de Walter Benjamin, Franz Hessel, Rosa Luxemburgo o Gabriele Tergit, y a las protagonistas de las obras de Theodor Fontane, Maxie Wander y Rainer Werner Fassbinder para intentar mantenerse a flote. De esta indagación surge una deslumbrante obra memorialística y de crítica cultural, además de una nueva topografía, que aprovecha las corrientes subterráneas, literarias y literales, para recuperar historias no contadas u olvidadas —sobre todo las de las mujeres— bajo las capas narrativas habituales de la gran metrópolis y reconstruir, junto con el pasado ajeno, también su propia vida. Humano, estimulante y conmovedor, «Corrientes subterráneas» es un retrato literario híbrido de un lugar que aboga por lecturas radicales de nosotros mismos, nuestras ciudades y nuestras historias.
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