En un futuro cercano, nada imprevisible ha ocurrido. Al contrario, todo es un poco más frío, más distante. Los ancianos, los sentimientos o la vida de los outsiders valen menos y las fronteras, más.
Esta es la historia de Shasta, hija de un disidente y locutor furtivo de relatos. Ambos construyen emisoras de radio en un taller secreto de su casa. Con ellas realizan incursiones nocturnas y narran historias que forman parte de un plan cuyo propósito completo Shasta desconoce. También es la historia de Matt Scott, director del cuerpo de seguridad de fronteras, el peor enemigo de los disidentes y vecino de Shasta. La trama los unirá en un duelo psicológico de mutuos intereses escondidos en conversaciones íntimas que ninguno elude. La intuición y la inteligencia serán las únicas armas de un juego que poco a poco se intuye fatal.
Disidentes se plantea con todo el suspense de un thriller de ciencia ficción. No obstante, la tensión argumental de esta novela no es su máximo valor, el diseño de su arquitectura permite que asome en la novela una nueva capa más profunda, más vital.
Disidentes está construida por una historia trasversal la cual se ve atravesada por la narración furtiva de diez relatos. Diez relatos de gran fuerza visual, cosidos sobre ella de tal forma que cada uno aporta un eco importante a su paso. En cada narración, el suspense del thriller deja lugar a materias más íntimas. El amor, la vejez, los recuerdos, el concepto del tiempo o del mal flotan en la trama de cada relato y, gracias a ellos, la historia trasversal consigue revelarse en todas sus dimensiones llegando a tomar una entidad y un calado inesperados.
Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando.
A finales del siglo XIX, durante la última etapa zarista, los Zucker, perseguidos por su condición de judíos, tienen que abandonar Rusia huyendo del horror y la sinrazón. A su llegada a la Tierra Prometida, Samuel Zucker adquiere las tierras de los Ziad, una familia árabe encabezada por Ahmed. Entre él y Samuel nace un fuerte vínculo, una sólida amistad que, por encima de las diferencias religiosas y políticas, se mantiene generación tras generación.
Con las amenazas, la sed de venganza y muchas pasiones desatadas como telón de fondo, las vidas entrecruzadas de los Zucker y los Ziad conforman un mosaico de traiciones y sufrimientos, de amores posibles e imposibles, al tiempo que plasman la gran aventura de vivir y convivir en un territorio marcado por la intolerancia.
Durante el transcurso de una noche, Kristóf asumirá el doble papel de acusado y testigo de la confesión de Greiner, que al desgranar la historia de su matrimonio evidenciará el abismo que separa a los dos hombres: por un lado, el burgués que renunció a la emoción de lo desconocido para perpetuar los sólidos valores de una clase social asentada y autocomplaciente, y por otro, el joven advenedizo que, por conquistar a una mujer que le estaba vedada, se entregó a una existencia erigida sobre la impostura y encorsetada en unos cánones ajenos a su persona.